10 de septiembre de 2007

Salustiana

Salustiana iba corriendo detrás de una gallina como alma que lleva el diablo. No quería que escapase o Padre la azotaría por ello. Sus faldones se le enganchaban entre las piernas y le impedían correr más, pero aún así ella no dejaba de dar grandes zancadas para pillar a la gallina.

Cuando al fin la alcanzó, le retorció el pescuezo con saña y dijo eufórica ¡ya no escaparás¡, la metió en su refajo, ya muerta y entró por el corral silenciosa para que Padre no se percatara de lo que había sucedido.

Al canto del gallo, padre despertó emitiendo sus carraspeos habituales y esputando como cada mañana, bajó al fogón con su cayata y la boina ceñida en su calva, profiriendo sus habituales improperios.

Madre, que andaba ya levantada desde hacia horas, preparó el cuenco con leche y mendrugos de pan, sin mirarle y Salustiana, ya aviada, esperaba las ordenes de Padre para ir con el trillo al campo.

Nadie se percató de que la gallina estaba muerta, por el momento, y Salustiana solo quería salir de allí rápido con Padre, para que al verla luego Madre, pensarán que habría sido algún mozalbete del pueblo.

Muchas veces, cuando miraba a Madre, quería preguntarle si era feliz, pero Madre, siempre tenía la mirada gacha y andaba atareada en el fogón. Además jamás se habría atrevido Salustiana a preguntar a Madre por su felicidad, no fuese que le diera con la vara…Aunque Salustiana sabía que lo que mas gustaba a Madre, era el rato de la fresca con La Correcalles y La Raimunda, en la puerta de casa, tal vez eso era la felicidad,-pensaba Salustiana-.

Padre la miraba siempre con desdén, el no quería por hijo una hembra y ella era eso, solo una hembra. Al parirla Madre, se desgarró, se destrozó y ya no pudo engendrar mas hijos y eso no se lo perdonaba Padre. Para él tanto Madre como ella, eran hembras y las hembras eran animales de segunda fila, decía siempre Padre en sus partidas de dominó en el bar de la plaza.

Anda con Madre, le decía cuando iba al bar a darle la bota de vino y el bocadillo de morcilla, que Madre había preparado para él. Anda con Madre y no pares por el camino o sacaré el cinto…Ve a casa y espera le decía soltando una estrepitosa carcajada, a la que le hacían coro El Mulas, El Tripas y El Tio Diablico, compañeros de partida, que le decían a Padre:” ya está mozica la chica…”, mientras Salustiana salía con la mirada hacia el suelo y completamente colorada

Padre la trataba pues, como animal de segunda fila, pero luego al no tener varón en casa, la llevaba al campo cada amanecer con el azadón y los canastos de mimbre.

Una mañana, salieron en el carro con los aperos de labranza, la botija de agua fresca anisada, la bota de tintorro, la fritanga, la hogaza de pan y el candil por si anochecía a la vuelta. Padre iba delante en el caballo, como cualquier día.

Cuando llegaron a sus tierras, empezaron la faena, como cada día, primero fueron al campo de alfalfa y la segaron con la hoz, haciendo haces con atadijos y amontonándola para luego a la tarde acarrearla, luego fueron a la eras, ataron el trillo al caballo y prepararon el trigo para aventarlo y separarlo de la paja. Parecía un día como otro cualquiera, aunque ese día padre estaba raro, su cara estaba más enrojecida de lo habitual y en su mirada Salustiana veía algo que no entendía.

A las tres solares, pararon de segar y padre dijo a Salustiana, “anda aquí junto a padre”. Salustiana obediente acudió sin demora y fue entonces cuando padre se volvió loco, la empezó a besuquear y a llenar de babas. Salustiana forcejeaba con él como una loba, pero padre cada vez estaba mas encendido, rodaron por el terrón albarizo, luchando como animales y arrastrándola padre hacia la trocha que tenían cercana, mientras Salustiana veía al fondo el socaz que llevaba al molino, pensando que si pudiese escapar hasta allí estaría a salvo, ya que tras el molino había un majadal y tras la portilla, allí andaría Nicomedes con el rebaño. Pero Padre era muy fuerte y no podía escabullirse fácilmente de sus garras y el escarpe era difícil de burlar, hacia daño en la piel, la destrozaba y hacía el otro lado no tenía escapatoria pues caerían por el cantil.

Se agarró a la dedalera con furia salvaje con una mano y con la otra a la jara notando como su mano se impregnaba de ládano y empezó a patear con todas sus fuerzas, pero Padre era muy grande y Salustiana sentía que le flaqueaban las fuerzas luchando contra él...

Cuanta mas oposición ofrecía Salustiana, mas encendido estaba Padre. Le arrancó los faldones y el corsé con furia mientras Salustiana, exhausta, lloraba, le quitó con saña los refajos y al verla desnuda aún se encendió más…

Salustiana temblaba, no entendía que pasaba, estaba convencida que Madre le había contado a Padre lo de la gallina y que él la estaba castigando por ello. Cuando Padre se bajó los pantalones y los calzones y le vio esa enorme vara, roja, dura y tiesa, dio un grito. ¿qué tenía Padre allí?, ¿era eso lo que Padre sacaba en el corral cuando meaba?, nunca había visto nada semejante,-pensaba Salustiana, temblorosa-. Después Padre agarro con fuerza su vara y la metió a empujones en el cuerpo de Salustiana mientras jadeaba, esputaba y tosía…

Luego se hizo la oscuridad…

Cuando Padre llegó a casa lloroso, explicó a Madre que Salustiana había resbalado y que el trillo había pasado por encima de ella, destrozándole la cara y el cuello, sin que a él, que estaba lejos, le diera tiempo de hacer nada…

Blondie

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