Habíamos
pasado un día estupendo, por la mañana fuimos a un museo, tenía muchas ganas de
ver esa exposición de pintura realista. Al salir fuimos a un parque, hacia un
sol esplendido de esos que invitan al paseo y recorrimos los caminos entre
sauces, que no lloraban porque el día era demasiado alegre como para hacerlo,
ficus, plataneros y demás vegetación urbana, pero bastante aceptable porque allí dentro reinaba la calma y se respiraba oxígeno en estado medio puro.
Charlamos
durante el paseo de todo, sí, de todo un poco, tal vez sin profundizar
demasiado en ninguno de los temas de actualidad pero hicimos un buen recorrido
por todas esas noticias que nos regalan cada día las portadas de prensa de esa manera tan sensacionalista que nos ahoga, después charlamos de nosotros, de nuestras vidas,
nuestros sueños y nuestros anhelos, de todo aquello que apetece hablar cuando
estas muy a gusto con alguien y no tienes prisa ni quieres que el tiempo pase
rápido.
Él cogió mi
mano y yo entrelacé mis dedos entre los suyos de forma natural y el resultado
fue eso, exactamente eso, algo natural, algo no premeditado pero intensamente deseado.
Después
fuimos a comer y pasamos un buen rato haciendo risas decidiendo que plato del
menú elegiríamos cada uno y como lo compartiríamos y el resultado fue estupendo porque comimos de todo
un poco, un batiburrillo de sabores fríos y calientes muy ricos que nos dejaron muy satisfechos y
con un buen sabor de boca, por los manjares y por el tiempo invertido
disfrutándolos con nuestra compañía.
A las siete
tocaba cine, habían estrenado Las Delicias de un Amanecer Frustrado, una peli
americana, con bastante suspense y amor, de esas pelis que a mi me gustan tanto
y al ver que se dejaba, que no oponía resistencia para ir, pesé... Este es él, el
hombre de mi vida…
Todo era
perfecto, la peli era buena, las palomitas gigantes y su mano y la mía seguían
siendo una. Me sentía como Claudia Schiffer diciendo en ese anuncio ¡es alemán!, sí, me sentía segura con
él y sobre todo segura de cómo y lo que sentía por él, no había en mi ya la más mínima duda, le deseaba intensamente y sentía que estaba a punto de nacer en mi
algo parecido a ese sentimiento que llaman amor.
Al salir
del cine fuimos a su casa, no queríamos gente sino ojos, los nuestros, nuestras
miradas, nuestras risas, nuestros silencios…
Pedimos una
pizza gigante, él bajó al chino a comprar cervezas y yo despejé la mesita baja
del sofá para hacer sitio al festín que nos esperaba.
La pizza
llegó no demasiado puntual acompañada de un timbrazo y fría, como no, siempre
llegan frías…¿Pero que importaba eso?
Y después
de todas estas cosas, pizzas, birras, postres, pues me besó, sí me besó y yo lo
deseaba intensamente. tanto, que cerré los ojos y me abandoné deseando que jamás terminase ese momento…
Después tiró
de mi suavemente, pero con firmeza hacia su habitación, yo me dejé llevar y la
temperatura comenzó a subir vertiginosamente, al igual que el tamaño de su polla y la humedad de
mi vagina, Nos deseábamos ambos y ambos decidimos dejar que todo sucediese
solo…
Cuando se
quitó la camiseta me volví loca, me gustaba mucho verle con sus vaqueros y el
cuerpo desnudo, era un tipo fuerte, pero con los músculos en su punto justo,
vamos todo un tipazo, era tan guapo, tan guapo...
Nos fuimos
desnudando lentamente pero sin pausa, él me quitó la blusa y el sujetador,
empezó a besar mis pezones y yo cerré los ojos de nuevo dejándome llevar...
Le
desabroché el botón de su vaquero, bajé la cremallera y metí mi mano en ella,
me gustaba mucho lo que estaba tocando… Él continuó quitándose los jeans, abrí
los ojos para verle y fue ahí, justo ahí cuando el frío se apoderó de mi súbitamente.
No, no era posible lo que estaba viendo…
Yo estaba
sentada en el borde de la cama y él frente a mi, de pie, sonriente y con mirada
de deseo, mis ojos se clavaron en sus calzoncillos negros, no eran boxer, sino
de esos horribles marcapaquetes y ¡¡ tenían manchas de lejía !!, ¡¡de lejiaaaaaa !! miré más hacia abajo y le vi con unos calcetines blancos con un
agujero por el que asomaba el dedo gordo de su pie izquierdo, con ¡un tomate!,
un agujero…
Un momento
por favor, le dije con voz de circunstancia, me puse la blusa y fingiendo que
iba al baño abrí despacito la puerta de la calle y me fui…Eso hice, simplemente
me fui…
Mi pasión
se había enfriado con un jarro de agua helada.
Nunca volví
a verle….
Y es que el
amor y el deseo es imaginación y yo jamás pude imaginar que el hombre de mis
sueños usaba marcapaquetes desteñidos y
tomates.
Y es que a
veces es muy fácil pasar del amor al desamor, tan solo hay un triste paso...
Todo está en nuestra mente, todo, vamos digo yo...
Blondie
maliziakiss.com