11 de septiembre de 2007

La historia que me contaron....

Una vez yo escuché una vieja historia en un viejo café de la Toscana, me contaban que Alcontia era una mujer muy especial, que solo sabía de sus sensaciones y de sus caprichos, que no atendía a razones, y que su única meta era ser feliz constantemente, que a nadie perturbaba, que tan solo buscaba la felicidad por donde fuera y que por donde fuera la hallaba.

Me contaron que era una mujer que su belleza emanaba de su interior, que su fealdad, si es que alguien alguna vez la vio poco agraciada, se convertía en belleza al mirarla, al escucharla…que su cuerpo era una expresión constante de su alma, que cada movimiento indicaba lo que bullía en su interior, que al mirarla querías viajar por su interior, por su mirada y por sus propiedades.

Todo lo convertía en hermoso y cada cosa que le sucedía la convertía en bella, con solo rozarla, era una mujer inmensamente confortable, aunque le rodeaba un halo de misterio y algunos estaban convencidos que era, sino bruja, pues medio bruja, tan convencidos estaban, que sentían cierto temor al verla, pero no podían prescindir de su presencia, la buscaban y al verla sentían su magnetismo…

Me contaron que quien la amaba, jamás dejaba de amarla, que ya nunca podía volver a amar igual a otra mujer, que algunos enloquecieron de amor por ella y la veían en cada amanecer y en cada puesta de sol, aunque ella estuviese muy lejos…

Muchos al escuchar el ruido de una tormenta o del bramar de las olas, al oír al viento silbar o a los ríos correr sobre sus cauces, escuchaban su nombre…

Alcontia…

Así la llamaron los que allí vivían, me contaron…

Y me contaron que una tarde llegó a su aldea un caminante, cansado y meditabundo, que era un hombre hosco, que todo lo veía negro y que su escepticismo hacía que ya nada esperase de la vida, que ya no creía, ni en la belleza, ni en la bondad, que solo veía el negror de la vida, que una tarde la vio y que al verla sintió que la felicidad le embriagaba, que jamás se había sentido así, que preguntó quien era, pero que nadie osó contestarle la verdad, porque era un forastero. Nadie quería que supieran de la existencia de Alcontia fuera de sus tierras, no fuera a ser que alguien se la llevara…y le engañaron, le contaron que era una bruja mala y muy peligrosa, que era tan temible que lo mejor que podía hacer era no aproximarse a ella, no fuera que fuese a sufrir un hechizo, no fuera que fuese a convertirle en sal, no fuera que fuese a morir…

No te acerques a ella jamás le decían…

Tanto le contaron de Alcontia al Caminante, que sentía miedo cuando la veía por las calles, tenía miedo de que le hiciera un embrujo de esos que pudieran acabar con su vida y toda su obsesión era alejarse de ella, aunque al verla sentía como una especie de magnetismo, como una borrachera de felicidad, como algo inexplicable, que no entendía demasiado bien, pero que hacía que sintiese unos inmensos deseos de estar mas cerca de ella…

Había algo en esa mujer que impedía que continuase su camino. Cada amanecer preparaba su hatillo para continuar su viaje pero al rato lo deshacía y sin saber muy bien por qué, pernoctaba una noche más en aquel lugar…

El Caminante tuvo que trabajar la tierra para poder comer, ya que ningún amanecer partía…

Una noche Alcontia voló, se esfumó y nadie supo más de ella. Todos la buscaron pero el resultado fue negativo, se había volatilizado y nadie entendía porque no estaba, querían recuperarla, buscaron hasta por los más recónditos rincones, pero nada...

Algunos enloquecieron al no tenerla cerca, otros se desesperaron por su ausencia, otros lloraron y lloraron hasta inundar las calles y convertirlas en barrizales, otros enfermaron del mal de amores y otros entristecieron tanto que ya nada veían bello, solo oían su nombre, la llamaban y la llamaban pero no respondía…

Alcontia…, Alcontia…, decían, pero ella no respondía…

Me contaron que una tarde El Caminante fue al pajar, tenía que amontonar la paja por encargo de su patrono, entró y sintió su presencia,- no me pregunten porque sintió su presencia porque eso no me lo contaron- al volverse la vio allí, sonriente, sonreía con maldad, estaba llena de belleza y rodeada de su halo de misterio. Al principio sintió miedo, recordando que era una bruja peligrosa, pero poco a poco se fue serenando hasta que al fin frente a ella le dijo:- hola Alcontia, me gusta tu mirada-, Alcontia le miró despacio y le dijo al caminante, - eres muy bello, ¿por qué lo ves todo negro?. El caminante sintió un escalofrío de temor y de nuevo ese magnetismo, mientras ella abandonaba el pajar, sin darle tiempo a contestar, rodeada del aura mas bella que él jamás hubiese visto…

Y ya nunca mas volvió a verla, pasaban los días y El Caminante acudía al pajar, con la esperanza de hallarla, pero ella nunca estaba; Se empezó a convertir en una verdadera obsesión solo quería verla. Perdió el apetito y la poca alegría de la que él disponía- ya que era un hombre hosco y huraño,-a nadie habló de lo que le había sucedido pero pasaba los días trabajando y esperando con ansiedad que cayera la tarde para ir a su encuentro al pajar, aunque nunca estuviera...

Un buen día hizo el hatillo y se marchó del pueblo pues había llegado a la conclusión que jamás la volvería a ver, inició el camino hacia el siguiente pueblo, despidiéndose de los que allí dejó…

Siguió pues su caminar por sederos y caminos polvorientos, subió montañas y cruzó ríos inmensos, recorrió inmensos valles y los mercados de los pueblos y aldeas que se iba encontrando, buscando en cada mujer los ojos de ella, pero nunca los hallaba…Pensó, inventó, imaginó y soñó con sus ojos, descubrió que ya nada le importaba, que nada le hacía feliz, fue a los valles y a las grutas y gritó su nombre con la esperanza de que apareciera. Alcontiaaaaa, Alcontiaaaaa, decía, pero nada…

Una tarde, en un pueblo perdido al que acababa de llegar, creyó ver los ojos de Alcontia en una posadera y desde ese día nunca faltaba a ese mesón cada noche, con la esperaza de que fuese ella, aunque nunca sentía ese magnetismo, por más que acudía. Pero algo le retenía allí, tal vez la esperanza de que la Posadera fuese ella y que estuviese camuflada, porque hay una cosa que si tenía clara y es que la mirada es lo único que no se puede camuflar y esa mirada se parecía tanto… Primero pensó que era ella y que le estaba sometiendo a una prueba, pero no tardó en darse cuenta que la mirada de Alcontia era única, y que no se trataba de ella, sino más bien de una necesidad de encontrarla. Así que preparó su hatillo y a la mañana siguiente abandonó el pueblo y a la posadera…

Me contaron que El Caminante sufría de tal mal de amores y que anduvo y anduvo tanto, que sin apenas darse cuenta caminó itálica entera y después parte de La Galia y La Bretaña, buscando en cada mirada de cada doncella, los ojos de Alcontia, sin desfallecer, pero que nunca la encontraba, aunque mantenía viva la esperanza de hallarla…

Cuando llegó a Hispania, me contaron que el Caminante había perdido ya toda esperanza de encontrarla, que aflojó su paso, que ya apenas buscaba los ojos de Alcontia que su caminar era torpe y pesado y su expresión aún más hosca y hostil, que en su mirada se intuía una profunda tristeza, que había cambiado sus trabajos en el campo por unos rudos pinceles, - los cuales el mismo había fabricado - , y que pintaba el rostro de Alcontia en burdos lienzos,- confeccionados con cualquier cosa que encontraba-, que luego vendía en cualquier calle de cualquier pueblo para poder comer...

Una tarde en un pueblo del sur,- me contaron-, que El Caminante pintaba el rostro de Alcontia con oleos luminosos, pintaba su cabello de un negro profundo y brillante al igual que sus ojos, su rostro lleno de luz, sus labios como gajos de mandarina, jugosos y llenos de color, su cuello que descansaba en una oquedad y su escote por el que se vislumbraba un sendero sin explorar - así era como él la recordaba -, mientras por su frente corrían gruesas gotas de sudor, a causa del fuerte calor que apretaba, que las calles estaban desiertas; No se escuchaba apenas ruido alguno, tan solo unos pajarillos de la arboleda, el correr del agua del lavadero y alguna que otra puerta que se abría o cerraba…pero el pintaba ajeno, sin modelo, la tenía aprendida de memoria y no necesitaba de grandes esfuerzos para plasmar su rostro en un lienzo, ni siquiera su mirada…

Me contaron que al levantar su mirada, la vio y que al verla frente a él, sonriéndole, se dio cuenta de la gran belleza de Alcontia, que ningún cuadro suyo se asemejaba a su belleza, que su imaginación le había traicionado, que había amado unos ojos que no existían, que emborronó el cuadro con grandes pinceladas mientras ella le miraba…Después, abrazados, muy abrazados iniciaron un lento y largo caminar por tierras del sur …

Pero lo que no se, es si fueron felices, porque eso no me lo contaron…

Blondie

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