Las gentes se lanzan a las calles ávidas de diversión, dejan o creen dejar en casa sus problemas y se abandonan a la noche. Quieren reír y beber y fumar y ligar. Las notas de blues envuelven mis sentidos, las palabras que arrancan de una negra garganta de una inmensa mujer negra, de una garganta ronca y profunda acompañadas de una música tocada en vivo nota a nota, aturden mis sentidos, me llegan tan dentro que siento envidia de esa mujer, quiero subirme allí, al lugar que ella ocupa e improvisar al son de la música con mi voz rota frases sensuales, palabras sexuales, juegos de palabras, frases calientes. Sube la temperatura pienso, el local es pequeño pero lo suficientemente grande para que todos apiñados disfrutemos de ese mágico momento entre humo y alcohol. Quiero ser ella, quiero ser cantante de jazz, quiero ser negra…
La calles están abarrotadas, cualquier rincón está lleno de gente feliz o que quiere parecer feliz o que ha olvidado que no es feliz y juegan por un rato a serlo y yo me pregunto donde está mi sitio entre todo ese entramado de risas y de deseo. Quiero ser feliz, pienso, al precio que sea, necesito sentir, necesito desear, necesito que me deseen y que me amen, que me amen con locura, que mueran por mi como dice Sabina en su contigo. Mi reloj no marca la hora, no se por tanto si es tarde, muy tarde o demasiado tarde, pero no me importa, eso es lo de menos, no estoy cansada, ni tan siquiera tengo hambre de comida. Respiro libertad y eso aturde mi mente, la llena de un aire rancio y espeso que me marea y me lleva a ese lugar de bienestar sin necesitar beber. No me hace falta ¿para que?, la propia noche se ha encargado de colocarme con su aroma tan especial...
Mi coche se desliza despacio, no tengo prisa, escapo de mis sensaciones y vuelvo a casa despacio. Viene a mi mente esa canción de When You Say Nothing At All, cuando no dices nada, esa canción que te dice lo asombroso que puede llegar a ser sentir como te hablan al corazón sin decir una palabra, recuerdo esa librería de Londres y siento unos inmensos de deseos de volver a Notting Hill y buscar la librería y buscar la mirada lánguida y triste de Hugh Grant para que me hable de amor y de deseo, pero estamos en Madrid y ahora no puedo encontrarle... Continuo mi paseo por la nocturnidad de las calles, por la fiebre del sábado noche, conformándome con no tener esa mirada. Paro de vez en cuando y pienso y siento y observo a los que aún ríen abrigados por los vapores del alcohol. No quiero volver aún a casa, giro mi volante y continúo mi petit Tour por la noche sin fin de locura, amor y deseo, deseando que transcurra despacito, muy despacito, deseando que hoy nunca amanezca…
Blondie