Mojo el plumín en mi vena y comienzo a escribir lentamente. Quiero plasmar en un papel todo aquello que me llevó a escribir esto. Tengo suficiente tinta pero se me acaba el tiempo…
Mi pulso es tembloroso y mi caligrafía ilegible, pero yo la entiendo y tal vez también quien lo lea mas tarde.
Tengo la inquietante sensación de volver a estar naciendo sumida en un dulce sueño que se apodera de mí lentamente y me roba las fuerzas.
Todo comenzó aquel día en que él me puso una navaja en el cuello, ese día debí decir ¡basta!, pero me quedé a su lado y en ese momento comenzó mi dependencia con él.
En realidad no se muy bien si me quedé por miedo o mas bien porque no me daba miedo morir, tenía una vida tan destrozada que veía la muerte mas bien como un descanso, como un final de algo y un comienzo de otra cosa mejor, sí, creo que me quedé a su lado porque no tenía miedo a morir.
Él pensaba que yo estaba en sus manos, que una niña anulada era presa fácil para ser manipulada por sus bajos instintos y ya en su poder, me creía una de sus pocas pertenencias y me manejaba a su antojo. Yo le dejaba hacer…
Le dejaba hacer cuando utilizaba mi cuerpo, me daba igual, simplemente cerraba los ojos y soñaba con mis muñecas, con mis frágiles muñecas de porcelana y ahora por unos de esos caprichosos sucesos de la vida volvía a utilizar una muñeca aunque esta vez con pulso, de carne y hueso, no de porcelana, pero más frágil aún si cabe, volvía a utilizarla para decir adiós dibujando con sangre las letras del abecedario, intentado formar palabras con algún sentido, con ese sentido que nunca pude encontrar en mi vida.
Cuando alguien me encuentre se echará las manos a la cabeza y exclamará ¡pobre niña!, apenas si tenía veinte años, era demasiado joven para morir, pero lo que no sabrá quien me encuentre es que al fin estaré en ese lugar donde nadie me trate con desprecio, no sabrá que me siento muy feliz de haber tomado esta decisión y que lo que para esa persona es una horror para mi es el final de una pesadilla.
Pongo cada punto y cada coma con esmero, recreándome en mi tinta, se que cada palabra que plasmo es vida de mi vida, por eso utilizo la delicadeza en las palabras escritas con mi tinta roja, intensa, abundante, con mi tintero que sale a borbotones de mi cuerpo manchando esa maldita moqueta donde más de una vez fui su victima.
¿Qué hará ahora?, se va a quedar sin su juguete, ya no podrá amenazarme con matarme, pobre, siento compasión por él, se que necesita ser mi verdugo y que ya no podrá soportar seguir viviendo cuando me haya ido. Siento haberte privado de esto, del placer de ser mi carcelero.¿Sabrás perdonarme?.
Cada segundo que pasa estoy más débil, abro con gran esfuerzo mis ojos y le veo arrodillado en el charco de mi sangre, está llorando, se lava la cara con ella, se la bebe y gime sangre entre sollozos, perdóname, perdóname, perdóname…
Llaman a la puerta, es la hija de la vecina del tercero derecha, quiere un poco de sal para su madre, aunque vive sola, su madre pasa unos días con ella y una madre no sabe cocinar sin sal, él la ve a hurtadillas por la mirilla, cierra la puerta de mi dormitorio, se lava rápidamente las manos y la cara para deshacerse de mi sangre, abre la puerta y la invita con una sonrisa a pasar a por esa sal que pide, la invita con esa sonrisa suya…
Su sonrisa siempre fue muy bonita, la invita a sal y también a un café, ella acepta y charlan alegres, yo me desangro en mi cama, ella parece embobada, no deja de mirarle, siempre fue muy guapo y sobre todo siempre tuvo esa especie de personalidad que imanta, que atrae, que atrapa…
Sobre la mesa hay una navaja, él la coge sonriente y dice tranquilamente... Con los tiempos que corren siempre hay que estar prevenido por si acaso, esto puede evitarme un mal momento, la tengo para defenderme hipotéticamente claro está, soy muy, muy precavido, ella le sonríe y él le dice mirándola con descaro, conmigo siempre estarás a salvo. ¿Quedamos mañana?, te invito a otro café…
Siempre fue muy persuasivo…
Blondie
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