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Siempre he tenido una fijación especial por las cajas, es
algo difícil de explicar, me gustan tanto las cajas que se me van los ojos detrás
de cualquiera de ellas, para mi tienen un valor tan grande que casi me atrevería
a decir que me gusta más cualquier caja de un regalo que me hagan que el propio
contenido, por ejemplo, por citar algo
reciente, me gusta muchísimo más la caja negra con letras en oro de mi último móvil
que el propio móvil en sí y de hecho el móvil lo uso y es práctico y la caja
está ahí en un cajón, inerte, solitaria y ahí seguirá siempre porque yo jamás
podré tirarla, es más le quitaré los acolchados interiores y le buscaré una
utilidad inútil, me explico, meteré allí cualquier cosa muy ordenada que hará
que jamás la vuelva a utilizar porque no abriré ya nunca la caja.
Y así voy
rodeando mi vida de cajas y cajas que guardo como tesoros y que solo sería capaz
de tirar si se deteriorasen y cuando alguna vez me sucede eso siento una
especie de alivio por ser capaz de desprenderme de una de ellas...
El caso es que todos o casi todos o al menos yo tenemos en
nuestro cerebro una doble vertiente una la cotidiana y la otra esa de un día en
el que te despiertas a media noche te levantas a beber agua o hacer pis y ves
con una absoluta claridad cosas que por el día ni te fijas en ellas y sin embargo en en esos momentos de solitaria nocturnidad entiendes
y te das respuestas a cosas que te habías preguntado antes y no sabías muy bien
la respuesta, pues bien en esos instantes eres capaz de entenderlo y de encontrar una
respuesta lógica y una solución a tus dudas...
Así es la mente un ordenador perfecto, lleno de recovecos,
de carpetas en las que almacenas información de la que a veces ni te das cuenta
que estas almacenando y de repente esa noche en la que bebes agua o haces pis
la carpeta se abre, sale la información y hayas la respuesta. ¿Qué inquietante
no?
Pues yo llevo toda la vida sin saber porque tengo esta
especie de fijación hacia las cajas, no entiendo porque prefiero el envoltorio
que el contenido, he pensado muchas veces en ello y jamás he sido capaz de
contestarme…
Y resulta que anoche me levanté a media noche, bebí agua
fresca, un gran vaso de agua e hice pis y de repente ¡zas!, que encontré la respuesta a mi pregunta
que había estado haciéndome toda la vida…
Resulta que yo era pequeña, muy pequeña debería de tener
tres años o puede que menos y vinieron a mi casa mis abuelos, de mi abuelo, que
murió cuando yo era muy pequeña no recuerdo nada excepto lo que recordé anoche…
Yo estaba en el suelo sentada y veía unos zapatos de
cordones y unos pantalones y una mano se acercó a mi desde arriba y me dio una
caja con un regalo, yo la abrí muy contenta mientas desde mi menudez y sentada
en el suelo escuchaba las voces de mis padres y de mis abuelos hablando. Abrí
la caja y eran unas castañuelas, me acuerdo perfectamente cómo eran , marrones,
de madera, pequeñas, bonitas y yo las saqué de la caja para tocarlas y fue
entonces cuando esos zapatos de cordones y esos pantalones se giraron delante
de mí y uno de los zapatos pisó y aplastó mi caja de las castañuelas. Esos
zapatos y esos pantalones eran de mi abuelo.
Recuerdo como si fuese hoy mismo el sentimiento de tristeza
y de rabia tan profundo que sentí, recuerdo mis lágrimas, mi enfado y también
que tiré con rabia las castañuelas contra el suelo y me fui corriendo de la
habitación mientras escuchaba decir, que arisca es esta niña…
Nunca jugué con esas castañuelas o al menos no recuerdo
haberlo hecho pero si recuerdo que la caja era rectangular y dura con unos
dibujos preciosos y que después de estar aplastada ya no me interesaba nada…
Han tenido que pasar demasiados años para que al fin haya
podido entender el porqué de esta gran fijación por las cajas y es que al final
va a resultar que es verdad eso de que la vida es una caja de sorpresas…
maliZia kiss