Delito Justificado
Al fondo ve a una mujer mayor que utiliza muletas, le cuesta andar a la pobre y el hombre se apresura a ayudarla. La coge cordial por un brazo, le ayuda a cruzar la acera y a pesar de que la mujer le dice que no, él insiste y la acompaña hasta el portal de su casa. No puede ir usted sola a estas horas, puede caerse, le dice sonriente. Después de intercambiar un gracias y un de nada, el hombre vuelve a cruzar de acera y continua con su caminar pensativo.
Es un hombre meticuloso y ordenado, sensato y con mucho sentido común y sobre todo es lógico, muy lógico, esa faceta la adquirió en sus estudios de ingeniería en la universidad. Aprendió a utilizar la lógica en su carrera y a aplicarla en su vida cotidiana.
Se casó por la iglesia, no por que sea creyente o practicante sino más bien por la educación recibida en su casa y en el colegio de curas donde cursó estudios hasta su ingreso en la universidad. Quiso creer y creyó de pequeño, creyó incluso cuando hizo su primera comunión con fervor, pero luego sus propios pensamientos y sus razonamientos le llevaron a la incredulidad. Dejó de ir a misa pero creció con un fondo bueno, no es necesario comulgar para tener buenos sentimientos, buen corazón y ser un hombre de ley, honrado y decente, respetuoso con los demás, buen esposo y todo un padrazo con sus hijos.
Ahora está en el paro, a su mujer hace ya unos meses que se le termino el subsidio por desempleo, busca trabajo y no encuentra a pesar de su curriculum y su licenciatura en periodismo. No hay trabajo para ella, con 39 años ya es mayor, prefieren un pipiolo que trabaje en practicas por la mitad de sueldo y ahora se dedica a las labores propias de su sexo, como dirían sus padres y sus abuelos. A él le embargan parte del paro por la hipoteca que no puede ya pagar. Tampoco encuentra trabajo.
El hombre pasa por delante de una tienda de 24 horas, entra y coge unas pocas cosas, leche, pan de molde, queso en lonchas empaquetado al vacío y una barra de pan, se dirige a la caja y levanta su bolsillo derecho con la mano dentro donde lleva una pistola de juguete de su hijo ¡Dame toda la recaudación!, grita. El chico de la caja le pide que se tranquilice y le entrega todo lo que tiene,. Él hombre sale corriendo con el botín y los enseres que había elegido, no para de correr hasta llegar a casa, siente que el corazón se le va parar.
Jamás había hecho nada semejante, pero sus hijos son pequeños y tienen hambre…
Blondie