Ninguno quería saber nada del otro, pero los dos queríamos saber del otro, le decía Galeote a su amigo Carmelo, mientras se tomaban un piscolabis. Hablaba de Tunicia y le explicaba que jamás había experimentado nada semejante, mientras Carmelo sonreía escuchándole, comprendiendo lo que le sucedía, que para eso era su amigo...
Galeote se desesperaba por no entender lo que le pasaba y había encontrado en Carmelo un confidente. Era el único al que podía contarle lo que le estaba sucediendo. Supongo que Tunicia hará lo mismo con Casandra, dijo con no demasiada convicción...
Una noche, hacía ya muchísimo tiempo Tunicia y Galeote sintieron algo muy extraño, algo difícil de explicar. Hablaban cordialmente sobre cuestiones intrascendentes hasta que de pronto algo sucedió que cambió el giro de los acontecimientos, algo que ellos no controlaban. Se produjo un instante de silencio cargado de una energía tan fuerte, que ninguno de los dos pudo volver a hablar, se quedaron mudos, tan solo alguna palabra suelta y balbuceante. Ya no supieron que decir, apenas si se conocían pero en ese instante supieron que tenían que amarse, sin explicar nada, sin preguntarse el porque y se amaron…
Se amaron hasta que salió el sol por el horizonte de la playa de Galeote, buscando después sus brazos para dormir pegados, exhaustos, pero sin atreverse a preguntar ninguno que había sucedido…
Carmelo sabía todo lo que Galeote sentía desde aquella noche, además de su confidente era su amigo y entendía que no pudiese ser libre, que no pudiese arrancarla de su mente.
Casandra se desesperaba, quería que Tunicia olvidara lo sucedido, que para eso además de su confidente era su amiga, pero Tunicia no escuchaba, no atendía a razones…
Cuando Tunicia aprendió los ciclos de la luna nadie le explicó que entre luna y luna había un universo de pasiones, de sensaciones que cada noche iban conformando el ciclo lunar y que hasta en esos días que se esconde para reflexionar, está agazapada, observando…emitiendo esos instantes musicales, que forman su melodía, su canción, su influjo…
Dame tus lunas, tus veintiocho lunas Tunicia y enséñame a entenderlas, explícame porque son tan caprichosas, porque se esconden cuando les place, porque nos atraparon aquella noche Tunicia, le decía Galeote…
Una mañana Galeote partió rumbo a otros mares y Tunicia bañaba sus mejillas con las lágrimas de su desconsuelo. Por más que lloraba, Galeote no cambió de idea y desapareció en el horizonte de su mar…
Tunicia vivía en un permanente desconsuelo, su vida se convirtió en una ardiente tristeza que quemaba, pero aún así cada noche Tunicia acudía al espigón con la esperanza de vislumbrar en el horizonte la nave de Galeote que se lo traería a sus brazos, pero nunca llegaba la nave. Venían otras naves, más hermosas y más grandes algunas, más pequeñas y más insignificantes otras, más feas y desvencijadas algunas e incluso algunas completamente destartaladas, pero nunca llegaba la nave de Galeote.
Una noche Tunicia creyó verla en el horizonte, frotó sus ojos pensando que era una alucinación, pero la nave se acercaba, meciéndose en el mar, lentamente… y cuanto mas se acercaba más le parecía que era su nave, hasta que empezó a vislumbrar la figura de Galeote, de pié, altivo, sujeto al mástil mayor, ondeando su bandera y silbando. He vuelto Tunicia canturreaba con sus silbidos, he vuelto a casa Tunicia...
Pero la piel de Tunicia se tornó roja, anaranjada y amarilla y echó a volar convertida en un Ave Fénix, que resurgía de sus cenizas…
Blondie