4 de julio de 2010

El Vals

Pongo este post en este lugar, en esta fecha y a esta hora. Es donde lo quiero tener.


Una mujer pasea por los bordes del salón de baile, sus tacones repiquetean en el brillante mármol del suelo. Está sola. No tiene pareja para bailar, su caminar es cadente y armonioso, se deja llevar por la música recordando cuando en ese mismo salón bailaba, bailaban los dos. La cola de su vestido arrastra por el impecable suelo y el miriñaque se va moviendo graciosamente con ella. Se abanica. Hace mucho calor. Sus mejillas están sonrosadas y ella, ajena a todo, se mece en su caminar preguntándose quien sería el hombre que la hizo estremecer al año anterior bailando, buscándole inconscientemente entre la multitud...

Un hombre se acerca y ella siente como el rubor sube a sus mejillas intensamente al ver como la mira, siente que va a desmayarse, percibe algo inexplicable pero guarda las composturas y saluda con una leve inclinación de cabeza. El hombre no puede ver el rubor de sus mejillas ni ella el rostro de él, las máscaras les protegen. Él le hace un gesto invitándola a bailar, al que ella accede extendiendole su mano que él toma tirando suavemente de ella, la lleva al centro del salón y se unen a los demás bailando un vals. Su cuerpos giran y ella se siente aturdida, todo da vueltas a su alrededor tan deprisa que apenas si puede ver que todos les están mirando, que todos han ido retirándose y les han dejado la pista de baile para ellos solos. Las lámparas de araña de cristal se reflejan en el mármol, todo brilla, el salón, los invitados pero sobre todos ellos y su manera de bailar.

Él la mira fijamente a través de su máscara, ella le mira preguntadole con los ojos quien es pero la respuesta que obtiene a su silenciosa pregunta es la de girar y girar más deprisa sobre si mismos acompañados del vals, el hombre tira más fuerte de ella, que se deja llevar... Cuando termina el vals él le agradece con un gesto el baile y la lleva sujeta de la mano en alto hacia un extremo de la sala, sabe que ella tiene que marcharse, que está anocheciendo y que se le termina el tiempo para el vals.

El hombre la mira de nuevo intensamente, aproxima dos dedos de su propia mano a su propia boca, los besa despacio y después los acerca a la boca de ella depositándole allí suavente su beso que tenía en los dedos. Ella siente que su pecho palpita, que su corazón quiere escapar y volar. Ese beso es idéntico a los besos del hombre con el que bailaba todas las piezas el año anterior, a esos besos que le dió en las oscuridad de los jardines rodeados de flores como unícos testigos mudos de lo que estaba sucediendo...

Ella abre su abanico y va retrocediendo hacia uno de los ventanales del salón que dan a ese jardín sin dejar de mirarle, tiene que marcharse, aunque le cuesta, comienza a andar muy despacio de espaldas a la grán puerta de salida. No puede dejar de mirarle...

La música continúa pero nadie baila, todos miran y murmuran por lo bajini palabras ininteligibles, cuchichean entre valses. Ella ya no está. El hombre sale del salón y a su paso todos se van inclinando. Es el rey.

Blondie

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