4 de febrero de 2011

Y El Tiempo Se Detuvo…


El reloj de su mesita marcaba las diecinueve y treinta y tres, después de mirarlo se fue a la ducha, se lavó el pelo y se lo secó con el difusor, después se pintó los ojos y por último se vistió, se subió a sus tacones y se puso perfume. Quería estar muy guapa esa noche. Se miró al espejo satisfecha, lo había conseguido. Estaba muy seductora.

Volvió a su mesita miró la hora y su reloj marcaba las diecinueve y treinta y tres. Vaya, ya se había quedado sin pilas el maldito reloj… Cambió la pila y miró la hora en su ordenador para ponerla en su reloj, marcaba las diecinueve y treinta y tres. ¿Cómo era posible esto?, había perdido más de una hora en conseguir el aspecto deseado, no podía ser esa hora, era imposible... Bueno, pensó, mi pobre reloj de la mesita estaba adelantado, así que lo ajustó, puso la hora indicada y se fue a la cocina. Estaba nerviosa, tenía hambre, sí hambre de esos que a veces le daban y que ella llamaba hambre nervioso, comer algo por comer, por matar los nervios y la ansiedad.

Rebuscó en el frigorífico pero no le apetecía nada, queso, jamón, chorizo, unas hamburguesas que habían sobrado de al mediodía, un guisote de carne, paté, leche, yogures, no… No le apetecía nada de eso, estaba ya tan desesperada que pensó en hacerse un bocata de aceitunas rellenas de anchoa, que está de rechupete, cuando de repente descubrió en la puerta de la cocina semiescondida una tableta de chocolate Lindt negro al 80%, de esos maravillosamente amargos. Su cara se iluminó, había encontrado el manjar deseado, cogió la tableta, cortó dos onzas y las empezó a saborear, mordisqueándolas, sintiendo ese placer infinito de lo prohibido. El chocolate engorda… ¿y que?, ¡pues que engorde!

Y se partió otras dos onzas…

Volvió taconeando por su pasillo a lo que ella llamaba su guetto y al mirar que el reloj de su mesita marcaba las diecinueve y treinta y tres exclamó en voz alta ¡vaya no funciona este trasto!, volvió a mirar la hora en su ordenador y al ver que marcaba las diecinueve y treinta y tres se quedó pálida, sin respiración. ¿Se había detenido el tiempo?, ¿cómo era posible esto?, ¿que estaba sucediendo?

Sí, se había detenido el tiempo el día que ella se fue, el día que él se fue, el día que los dos se fueron…

Se había detenido el tiempo a pesar de que el segundero continuase dando vueltas imparables alrededor de algo que fue y dejó de ser porque ella quiso, porque él quiso, porque los dos quisieron…

Blondie

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