30 de mayo de 2012

Mezquindad


Todo parecía indicar que la vida era gratificante para ella. Nació con luz, con estrella, eso decían de ella y la propia vida se lo iba confirmando día a día, mes a mes, año a año.

La vida es una carretera con curvas y a la vuelta de cada una de ellas se encontraba con alguna que otra sorpresa. Cosas de esas que no te esperas o que esperas y te decepcionan, incluso alegrías y dolores entremezclados.

Había sido en ocasiones inmensamente feliz, en otras infinitamente desgraciada. Había sufrido el daño que le provocó alguna vez la envidia ajena de otros, incluso los rumores inventados sobre ella.

Se había sentido admirada en ocasiones y despreciada en otras, abandonada, desenamorada y también querida. Sabía lo que era el dolor físico, el dolor de amor y el dolor de una pérdida, la decepción, el engaño, la mentira, el odio, el desdén, el cariño, el amor, la ira, la pasión y los instantes felices.

Todo eso y muchas más cosas lo había sufrido en sus carnes, pero no eran motivo para pensar que fuese desgraciada, al contrario, seguía pensando que había nacido con luz, con estrella y que todas esas sensaciones y experiencias vividas, todos esos instantes de felicidad y dolor hacían que creciese y que continuase caminando por esa carretera llena de curvas.

Después de todo, pensaba, su vida no era diferente de muchas otras vidas que andan carreteras de curvas sinuosas y sufren de los mismos males y de las mismas alegrías. Era una más entre millones, aunque para ella, Ella era Ella y eso era lo que para ella contaba.

Pero un día al girar una curva supo lo que era la mezquindad. Nunca hasta entonces se había topado con ella y al verla corrió a la RAE y leyó el significado: cualidad de mezquino, acción o cosa mezquina y buscó mezquino en la RAE y se quedó con el segundo significado: falto de nobleza de espíritu.

Ya no volvió a ser la misma jamás, porque nunca había sabido lo que era la mentira más perversa hasta ese día en que descubrió que la mezquindad existe.

No hizo falta que nadie le apagase la luz, ella misma apagó el interruptor voluntariamente porque ya no quería vivir bajo el flexo de algo semejante, pero sin poder odiar, muy a su pesar.

Y buscó de nuevo el camino de la luz, de esa luz que hacía que todo le que le rodeaba le pareciese hermoso, muy hermoso y la llenase de dolores, de tristezas, de carencias, de felicidad, de orgasmos, de sensaciones, de experiencias, de vida…

De esa vida que a punto habían estado de arrebatarle, produciéndole heridas de extrema gravedad, ese tipo de heridas que o bien matan o bien tardan tanto en curar que nunca terminan de cicatrizarse...


Blondie

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