31 de diciembre de 2011

2012 y Las Uvas de la Suerte


Todos vestidos con sus mejores galas, las mujeres con algo rojo por aquello de no tener mala suerte, los hombres muy guapos y todos tanto ellos como ellas en pie, tampoco se puede recibir el año sentado por aquello, ya sabéis, de la mala suerte.

Todos miraban fijamente la televisión expectantes, esperaban con ansiedad descubrir cual sería el último anuncio del año, después vendrían las campanadas y luego el primer anuncio del año. Por supuesto tenían puesta la uno, quería comer las uvas al son de las campanadas de La Puerta del Sol de Madrid.

Pamela preparó sus doce uvas, las peló y las contó y recontó varias veces no fuese a ser que por uno de esos imperdonables errores hubiese once o trece…

Al fin llegó el ansiado último anuncio del año, después los cuartos y luego las campanadas. Pamela tomó sus uvas con parsimonia, le daba tiempo de sobra no era como antaño que empezaba todos los años con ansiedad y temor de no tener tiempo a tomarse las doce uvas y claro no era cuestión de tomarse un par de uvas menos y que por eso no viviese ese año entero por aquello del gafe y las engullía de tal manera que se le formaba una bola en la boca que le costaba mas de diez minutos del recién estrenado año en procesar en su boca y tragar esa inmensa bola de las uvas de la suerte, así que nunca podía fijarse en el primer anuncio del año, pero menos mal que el día de año nuevo lo repetían todo y lo veía en diferido.

Ahora, tal y como contábamos un poco más hacia arriba, las podía tomar con parsimonia y hasta casi, casi le sobraba tiempo porque a alguien hace unos pocos años se le ocurrió la idea de ralentizar el reloj, no se si por consideración a todos nosotros o por evitar aglomeraciones en urgencias por atragantamientos “uviles”, el caso es que fuese por lo que fuese Pamela recibía el año mucho más relajada, sin ansiedad ni estrés y eso ya era un logro.

Después a brindar con cava, brut, por supuesto, ¿cómo iban a tomar ese día cava dulzón?.Y luego besos de feliz año, unos besos sinceros, otros falsos y otros obligatorios, pero aparentemente todos felices aunque no hubiesen cenado esa noche perdices.

Pamela cogió una botella de cava bien frío y dos copas, se deslizó sigilosamente hacía atrás mientras todos se besaban y se felicitaban el año sonrientes, abrió la puerta de la casa y bajó las escaleras, salió del portal y se encaminó al parque. Se sentó en un banco y esperó…

Al rato apareció él, harapiento, con el pelo sucio, sus ropas con gironés, con esa peste que tienen aquellos que están reñidos con el agua o que no tienen acceso a ella. Pamela le sonrió, sabía que ese era su banco, él la miró desconcertado tomando la copa que ella le ofrecía a la vez que le decía sonriente brindemos por el 2012…

Blondie

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