9 de noviembre de 2007

La Notte Etterna


La Notte Etterna
Emma Shapplin




La noche del ocho de noviembre, la planta del sanatorio estaba llena de vida, las enfermeras iban y venían ajetreadas, entre llantos de bebés recién nacidos y mujeres con sus vientres llenos de vida, tan solo la habitación 203 estaba muerta, allí en la cama estaba Maria con su cuerpo lleno de muerte…

Una visita rutinaria a su ginecólogo, en su quinto mes de embarazo, le alertó al hacerle la ecografía, que su hijo estaba muerto. Había ido sola ese día a la consulta y cuando le dieron la noticia sintió que todo se le derrumbaba, empezó sentir la muerte en su propia vida, dentro de su cuerpo y una tristeza infinita…

Estaba agotada, habían pasado casi tres días en los que todo el afán del médico era provocarle el parto de la muerte que portaba…De forma natural le decía el médico...No sentía contracciones a pesar de los goteros que le habían suministrado, ni el más mínimo síntoma de parto, pero el médico insistía…, no quería operarla, solo quería provocarle un parto natural y Maria pasó allí, en aquella clínica, unos días terribles, entre ayuno y goteros, con la angustiosa sensación de tener en su vientre a su hijo muerto y la terrible tristeza de haberlo perdido…

Atrás quedaban ya las preguntas que se hacía sobre como sería, o sobre el nombre que le pondría…atrás quedaba ya la ilusión, ahora solo había pena y una terrible tristeza, una tristeza infinita…

Una tristeza infinita…

Esa noche, la del día ocho, ya no interesaba el gotero… el médico quería esquiar y era muy molesto tener una parturienta en ese estado, así que decidió quitárselo y darle de comer…

Nos veremos después del puente,-dijo-, ahora descansa, que falta te hace y cuando vuelva empezaremos de nuevo…

Maria, tenía hambre, muchísimo hambre, a pesar de su tristeza. Solo quería comer, así que devoró la cena como si fuese el mejor de los manjares, la cena y el bocadillo que le trajo su madre cuando le dijo:”mamá ven, de momento pasa esto, y tengo hambre…”

Todo parecía calmado, era como si nada de eso hubiese sucedido, ahora comía y tenía su vientre abultado, cerraba los ojos y olvidaba que su hijo estaba muerto, sus padres se habían marchado y Maria descansaba, aunque no podía dormir…El reloj marcaba las horas lentamente, en el silencio del sanatorio, que tan solo rompía de vez en cuando los lloros de algún bebé o los sigilosos zuecos de alguna enfermera…

Alberto estaba junto a ella, no la había dejado sola ni un segundo, pero no habían hablado de lo que estaba sucediendo. Solo la acompañaba e intentaba tranquilizarla. Alberto sabía que Maria estaba acojonada, que tenía mucho miedo y no sabía exactamente que hacer…

Cuando María sintió que su cuerpo estaba expulsando en la cama de la habitación a su hijo, sintió pavor, estaba pariendo a su hijo, sintió como salía la cabeza y luego como resbalaba el resto del diminuto cuerpo… ¡Alberto¡, mira…¿qué está pasando? gritó y gritó…


Maria gritó llorando y absolutamente desconsolada, gritaba y lloraba...,lloraba y lloraba...Y Alberto no decía nada…Maria veía la expresión de su cara y estaba asustada, muy asustada…¡haz algo decía¡, ¡ayúdame¡

Ayúdame por favor, ayúdame…

Después, la fría sala del quirófano y los gritos…esos gritos…Maria escuchaba como el médico gritaba y discutía con alguien, mientras ella sentía que se le escapaba la vida…hasta que el anestesista fue y le preguntó.¿has cenado?. María le contó lo que había cenado, le contó todo, hasta el inmenso bocata que le había llevado su madre…y el anestesista dijo: si te anestesio puedes morirte, no lo haré aunque el medico grite…

¿Morirte?, ¿morirse?, eso es lo que le estaba pasando, se estaba muriendo, de nuevo en esa maldita habitación, se estaba desangrando con la única compañía de su madre, mientras Alberto buscaba a un médico, que había desaparecido sin tan siquiera aparecer por la habitación y hacía gestiones urgentes para que trajeran sangre o la trasladaran a un hospital…

Maria apenas tenía fuerzas…empezaba a ver a su madre borrosa, mamá ayúdame, -pensaba-, pero no decía nada…se sentía morir y tenía unas enormes ganas de vomitar…,las arcadas le costaban esfuerzo, una y otra vez, con las pocas fuerzas que le quedaban, hacía esfuerzos por vomitar, sin poder, hasta que una de las veces consiguió vomitar toda la cena y a la vez sintió como expulsaba la placenta…, como la vomitaba...

Se había salvado…al expulsarla dejó de sangrar y dentro de su enorme debilidad sintió un hilo de vida…

Tres días mas tarde, después del puente, después de esquiar, un médico moreno de sol de nieve y con aspecto saludable, entraba en la habitación de Maria, sonriente, preguntado que hacían para el entierro de la niña, porque era una niña, que al analizarla vieron que no sufría ningún tipo de malformaciones. Simplemente no quiso vivir…

María le miró y le dijo: sal de mi habitación inmediatamente…

Ahora, pasado ya un tiempo todavía se pregunta porque no dio el paso de denunciarle…

Blondie

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