24 de noviembre de 2007

Hijos del bienestar

Esta mañana en Madrid al amanecer estaba helando, hacía un frío que pelaba y las calles estaban sumidas en un silencio, que tan solo rompía de vez en cuando algún que otro coche. Según caminaba podía ver las secuelas de una noche loca y ciega de viernes. Papeleras arrancadas, contenedores de basuras volcados, botellas rotas por las aceras y hasta alguna que otra señal de tráfico medio arrancada, nada digno de reseñar, como cualquier otro sábado…

La dos o tres personas con las que me he cruzado eran gentes normales, que o bien iban a sus trabajos o se recogían en su casa, nada especialmente destacable…

Al cruzar una de las calles estrechas, ya cerca de mi trabajo, un hombre que estaba tumbado se estaba incorporando, al verle de lejos primero pensé que se trataba de un borracho o un indigente y pensé – pobrecillo, con este frío, ¿Por qué no querrá dormir en un albergue y prefiere la calle?-, después al aproximarme a él me di cuenta que no estaba borracho y que ni tan siquiera era un hombre, sino un adolescente. Se ha acercado a mí con aspecto desvalido, una expresión muy asustada y temblando de frío, diciéndome que no sabia donde estaba y que por favor llamara a su madre.

Yo le miraba y veía su ropa de marca, su aspecto de niño pijo, al que no le falta de nada, con una mirada tierna e infantil, con cierta ingenuidad y sin ninguna maldad y me estaba dando una pena infinita...

Estaba muerto de frío, sus dientes castañeaban y la boca le temblaba continuamente, había dormido a la intemperie, tan solo con su sudadera, y yo le he dicho, lo primero de todo vente conmigo y te tomas algo caliente en un bar, después llamamos. Ya frente a un colacao muy caliente, un bollo y una aspirina, me ha dicho que tiene quince años, que le han robado el móvil y que había bebido demasiado alcohol y esnifado demasiado cristal la noche anterior, como para recordar nada mas…

¡Quince años¡, a mi casi se me cae el alma a los pies, ¡dios mío sus padres¡,- he pensado…- y he marcado el numero que el me ha ido dictando con dificultad…al otro lado del teléfono ha contestado una voz angustiada que apenas si se atrevía a preguntar por su hijo, temiéndose lo peor…

¿Y tus amigos?, siguieron de marcha, me ha dicho con una naturalidad pasmosa…
¿sin ayudarte?, ¿te dejaron asi?.......¿….? solo me surgían preguntas y mas preguntas…

Después y mientras su madre venía a buscarle, hemos hablado muchísimo rato, mas de una hora y media, - si si, ¡autentico¡, rozando las dos horas es cuando se ha presentado su madre-, en la que me ha ido contando la cantidad de cosas que necesitan cada viernes para divertirse…las mezclas atómicas del botellón, las pastillas y los porros, lo que esnifan en los servicios de las discotecas lights, para sentirse los mas guays, los mejores, según sus propias palabras y yo escuchaba perpleja…

¿Quieres morirte?, le he preguntado mirándole fijamente a los ojos?, ¿te apetece?, ¡no¡, me ha contestado con cara de autocompasión…¿entonces?, - le he dicho- y se ha encogido de hombros, pero comprendiendo perfectamente lo que yo le decía y que me acompañaba la razón, pero puede mas su insatisfacción, que lo obvio de mis comentarios…

Bob, que así se llama, es producto de un matrimonio divorciado, su padre vive en Helsinki, con su nueva pareja y simplemente manda pasta…,su madre lucha por sacar a flote a un adolescente problemático, rodeado de placeres y con una vida fácil…,con todo lo que quiera a su alcance para que el niño no se frustre…Y Bob me contaba…y cada seis o siete frases se interrumpía para decirme, ¿pero no te chivarás a mi madre verdad?, y continuaba contándome…

No soy una chivata, le he dicho, pero no puedes destrozar así tu vida…. - me sentía como una monja o una “opusiana”, hablándole de responsabilidad desde mi irresponsabilidad -, no quería caer en la trampa de regañarle, aunque ganas me daban de abofetearle y gritarle, ¡reacciona Bob¡, la vida no va de esto…y mas de la mitad que piensan que si va, se quedan el camino…, en el asfalto, en la fría sala de un hospital mientras velan su cadáver, apuñalados en cualquier esquina por una absurda pelea o en tratamientos psiquiátricos de por vida……

Cuando su madre ha llegado, Bob dormía en un sillón de mi trabajo y mientras ella me decía que ya no podía mas, que Bob había vendido su Play y su PS 2, otras dos consolas mas, sus mejores cazadoras, nueve móviles que ella le había ido comprando cada vez que le decía que se lo habían robado y alguna que otra cosa que ni siquiera era de él…yo la miraba perpleja por su serenidad…
¿Y su padre?,- le he preguntado-, su padre manda dinero y dice que tenga paciencia, que es la adolescencia…

No le riñas por favor, le he dicho, tu hijo necesita tu cariño, no tus broncas…su madre estaba indignada, y yo quería que entendiera que si con tan solo quince años su hijo estaba así, tal vez sería porque jamás había recibido en su casa el amor y el cariño que necesitaba y que no se podía sustituir por nitendos o games boys, pero claro ¿quién era yo para darle a ella la charla?, si siquiera creo que lo hubiese admitido, por eso tan solo me he limitado a repetir, por favor no le regañes, tu hijo ahora te necesita…

Y me he sentido muy contenta al ver como ella le pasaba la mano por el hombro cariñosamente y que se alejaban en silencio por la calle, en actitud conciliadora, pese a haberme dicho unos minutos antes, que se iba a enterar por lo que había hecho.

Cuando me he despedido de Bob con un beso, le he dicho bajito al oído, tengo el móvil de tu madre y si me entero que vuelves a hacer algo semejante, pienso chivarme...
¿Chivarme?, ¿pero en realidad su madre no sabe ya realmente lo que pasa?, quizás lo que sucede es que no puede con ello y adopta la misma postura que el padre, que se refugia en la distancia y lava su conciencia con bienes materiales y confort para su hijo, mientas Bob día a día se va perdiendo mas en si mismo…

Blondie

Esta historia no es producto de mi imaginación, es absolutamente real y me ha sucedido hoy sábado 24 de noviembre a las siete y cincuenta de la mañana, en una calle próxima a mi trabajo en el centro de Madrid.

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