Una Rosa Siempre Es Una Rosa
Entre los cactus del desierto de Kelua creció una rosa llena de espinas. Carufo, un temible traficante de armas, al verla se agachó a cogerla deslumbrado por su hermosura y se pinchó. No le dio importancia al pinchazo aunque rabioso la pisoteó y la estrujó con la gorda suela de goma de su bota y allí quedó la pobre flor, espachurrada, agonizante entre un montón de cactus, vertiendo sus lágrimas sobre la fina arena del desierto.
A los pocos días Carufo enfermó. Cada día su dedo pulgar en el que se había pinchado lo tenía peor, le sangraba gota a gota y por más que se apretaba no podía cortar la hemorragia, no paraba de sangrar, o de llorar, porque las gotas que de su dedo salían parecían lágrimas.
Carufo estaba cada día peor pero seguía desempeñando su trabajo y tuvo que volver al desierto de Kelua, a buscar unas armas que había enterrado en las finas arenas para entregar a un mercenario. A duras penas si pudo llegar hasta allí, estaba agotado de tanto gotear sangre por su dedo.
Cuando al fin llegó a su escondrijo se dejó caer exhausto apoyando su enferma mano sobre la arena, entre los cactus, al lado de la triste y espachurrada rosa. Su sangre empezó a regarla y lentamente comenzó de nuevo a florecer entre los cactus, mientras Kelua agonizaba lentamente hasta morir junto a ella, junto a esa rosa que había recuperado de nuevo toda su hermosura…
Blondie