Mil Pedazos
Sentada en su mesa de cristal miró con tristeza los minúsculos pedazos esparcidos por ella de su pobre corazón. Cogió unas pinzas grandes y con una paciencia infinita fue buscando los que encajaban para pegarlos uno a uno con loctite. Eso le llevó mucho tiempo, tal vez mas de veinticuatro meses o incluso puede que casi cuarenta y ocho, aunque en realidad la cifra casi era lo de menos, lo realmente importante es que no desfallecía por el tiempo empleado cada noche en recomponerlo. Cada día que pasaba veía su obra más cerca de la culminación, de finalizarla y eso le alentaba a continuar sin desfallecer. Volvía pues a su mesa de cristal cada noche y con paciencia de monje tibetano buscaba una nueva pieza que poder pegar. Y así noche tras noche…
Al final quedaban ya tan solo unas cuantas piezas esparcidas por su mesa, algunos trocitos minúsculos e incluso pequeñas esquirlas, pero su empeño hacía que siguiese encontrando el sitio exacto de cada una de esas piezas y las encajase meticulosamente.
Cuando al fin terminó de pegarlas todas vio que aún quedaban sobre su mesa esparcidas esas minúsculas esquirlas que más que piezas eran ya un polvillo triturado e indefinido de su corazón. Luchó por buscarles su lugar, pero eso ya fue imposible. No pudo culminar su obra porque comprendió que cuando un corazón se rompe en mil pedazos ya nunca vuelve a estar nuevo, se puede recomponer pero siempre queda dañado.
Tuvo que conformarse aprendiendo a vivir con su corazón reparado…
Blondie