28 de diciembre de 2010

Campoazul


Campoazul es un lugar cálido ubicado en fríos lugares, allí vive una princesa que sueña a diario. Cada mañana cepilla su pelo azulado con sus dedos, ellos lo desenredan formando uno a uno sus caracoles originales. Después sale a dar un paseo, un largo paseo por el azul intenso de la tierra donde vive. No necesita explorar nuevos lugares, le gusta su tierra y hasta su nombre, el nombre que le pusieron cuando nació de una explosión amorosa de dos seres a los que ama intensamente. Le pusieron de nombre Magenta

Magenta es feliz con poco, no conoce hombre alguno, vive aislada en Campoazul rodeada de toda la belleza que allí reina, aunque a veces imagina como puede ser un hombre e incluso a veces siente la necesidad de probarlo. Sus hormonas le gastan malas pasadas y a veces siente cosquillas interiores que le indican que ella también necesita tener una noche de explosión de amor, pero guarda silencio y sueña con ello sin decir nada a sus progenitores.

Al anochecer, cuando cae el sol y se esconde para descansar, ella, tras cenar los exquisitos manjares preparados con las verduras y hortalizas que crecen en Campoazul, se retira a sus aposentos y allí en la soledad de sus estancias sus manos se deslizan por su cuerpo inspeccionándolo, sus dedos acarician su vagina y cuando palpa algo duro, que no sabe muy bien lo que es, lo acaricia sintiendo una felicidad infinita. Tan feliz se siente en esos momentos de caricias escondidas que continúa largo rato, despacio, muy despacio hasta que de repente siente que algo explosiona en su interior y se asusta.

Nadie le ha contado que significa eso y ella piensa que se va a morir, pero continúa, no puede parar, le gusta demasiado y puede el placer sobre el miedo que siente a perder su vida. Cuando finaliza esa tremenda explosión descubre sorprendida que no ha muerto y entonces es cuando cierra sus ojos desfallecida y sueña con su príncipe azul hasta que los primeros rayos de sol de la mañana le sacan de su letargo anunciándole que comienza un nuevo día.

La Navidad en la tierra de Campoazul es blanca, blanca por las nieves que caen sobre ella, aunque continua siendo un lugar cálido y acogedor, sin frío.

Una tarde Magenta jugaba con la nieve, hacía bellos objetos, los endurecía a fuerza de apretarlos y los colocaba alrededor del árbol de la sabiduría, de ese árbol que le contestaba a todas sus dudas menos a esas explosiones interiores que sentia muchos anocheceres cuando exploraba su cuerpo.

Con las nieves vino él, montado en un caballo negro azabache, paró junto a Magenta que estaba terminando uno de sus objetos de nieve y le sonrió mirándola con unos dientes hermosos y blancos como perlas. Magenta al verle sintió la misma explosión nocturna, pero sin acariciarse, tan solo la presencia de ese hombre desconocido despertó en ella ese sentimiento de que iba a morirse en cualquier momento y sintió miedo, mucho miedo…

Se incorporó del suelo para marcharse, quería huir de allí, no quería morir, pero él interrumpió su huida sujetándola con suavidad, rodeó su cuerpo con sus brazos y juntó esa boca suya de dientes como perlas con la boca de Magenta y despacio y muy dulcemente comenzó a jugar con la lengua de ella, la acariciaba con la suya, la mordisqueaba suavemente, la enroscaba en la de ella suspirando dentro de su boca y Magenta creía tocar el cielo y las estrellas, no podía dejar de beber de su boca, no quería dejar de beber de su boca, le gustaba mucho beber de su boca y bebió durante largo y largo rato hasta calmar toda su sed.

El hombre del caballo negro azabache y sonrisa de dientes como perlas, sin mediar palabra, montó de nuevo y cabalgó en dirección contraria a Magenta mostrándole sus deslumbrantes dientes blancos cuando se giraba para sonreírle.

Magenta nunca más volvió a verle y ahora cada anochecer, cuando el sol se esconde para buscar su descanso, después de cenar los ricos manjares que nacen en su tierra, Magenta se retira a sus aposentos y acaricia su cuerpo sin sentir miedo a morirse, tan solo le siente a él…

Blondie

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