26 de febrero de 2009

Violetas para ti

Rebeca es nombre de mujer, aunque también de chaqueta. Siempre que oigo la palabra rebeca al instante me acuerdo de mi amiga Rebeca y pienso en llamarla, pero luego por una cosa o por otra nunca lo hago.

La otra tarde cuando iba por la calle, una señora gritó histéricamente ¡Rebeca! y yo que siempre ando en babia rápidamente eché mano a mi hombro alarmada, pero no, no la había perdido y enseguida me di cuenta que gritaba a su pequeña hijita que se lanzaba a los coches y que en el ultimísimo momento la pilló al vuelo por el brazo gritando desaforada. La mujer estaba demudada, blanca como la cera, pero se recompuso enseguida y yo me acordé de mi amiga Rebeca, tengo que llamarla, aunque también me podría llamar ella a mí, pensé…

Han pasado diez años sin que haya llamado ni una sola vez a mi amiga Rebeca. No tengo perdón de dios, mira que vivir en la misma ciudad y perdernos en el olvido, De hoy no pasa. La llamo.

No contesta, Rebeca no contesta nunca al teléfono, estoy ya harta de llamar y llamar pero nada…Y como no tengo su móvil mi impaciencia empieza ya a ser inquietante, por lo que decido presentarme en su casa.

Rebeca ya no vive aquí, me dice un tipo con cara agria, es bastante hosco, ni me invita a pasar, parece bastante antipático, por lo que no hago ni intención de pedírselo. Me conformo con su escueta información que he conseguido arrebatarle a fuerza de descorchar sus palabras. Me dice que vaya a la cava baja, que allí alquiló un pisito con otra amiga y me da la dirección de mala gana.

Mi curiosidad ya es algo mas que considerable, me dirijo hacia esa dirección elucubrando en mi mente un montón de posibilidades sobre su vida que sin duda todas serán luego erróneas. Cuando llego pulso la tecla del interfono del tercero y espero, pero no contesta nadie, Es pronto-pienso-, volveré en un rato y me dirijo a la plaza mayor, entro en un bar y pido una coca cola y una ración de calamares rebozados. Tengo hambre. Están muy ricos o al menos a mi me lo parece. Pido la cuenta y me clavan, que careros- pienso-, mira que soplarme dieciocho euros por esto, sopeso la posibilidad de reclamar pero en el último momento decido pagar religiosamente sin propina y largarme.

Vuelvo a casa de Rebeca, pulso nuevamente el botón del tercero y esta vez me contesta una mujer. Sube. Cuando abre la puerta no es Rebeca, es una chica morena con pelo rizado y expresión cordial.

Rebeca ha muerto, - me dice- , y sigue andando hacia el fondo de la casa. Yo la sigo.
Nos sentamos frente a un café y me cuenta…

Quiero llevarle unas violetas, -le digo-, pero no me contesta. Nos quedamos pensativas.

He comprado un ramito de violetas, me lo han envuelto con mucho esmero, ha quedado precioso, salgo de la floristería pletórica, le va a gustar muchísimo - pienso contenta -, mientras me dirijo hacia el parque y lo dejo depositado sobre en el banco de madera donde peleábamos de niñas…

Blondie

No hay comentarios:

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.