3 de octubre de 2007

Sensaciones, Café y Dos vidas...

Llevaba más de diez años viéndole cada día en el bar contiguo a mi oficina. Cada mañana inventaba una nueva forma de abordarle, pero enseguida pensaba que era en vano y callaba clavando mis ojos sobre la taza de café, mojando el bollo e imaginando que el croissant era su boca que se unía con la mía, jugosa y húmeda.

Diez años en los que nunca faltamos a la cita, de tanto coincidir dejamos de ser extraños y nos convertimos en amantes, mas tarde en enamorados, después en pareja, en matrimonio, en amigos y en divorciados, sin habernos dirigido la palabra.

Diez años en los que nos reímos, discutimos, peleamos, soñamos y lloramos, sin haber cruzado una palabra, sin haber cruzado una mirada...

Nada sabíamos el uno del otro, excepto el lugar en nuestras mesas que ocupábamos, y el café que saboreábamos cada día, sumergidos en nuestra prensa y sin mediar una sola palabra. Mesas diferentes, cuentas distintas, vidas ajenas que cada día en un breve espacio de tiempo compartíamos y que al llegar los sábados y domingos añorábamos por nuestras ausencias..

Nos sentíamos enfermar cuando las vacaciones nos alejaban del bar, pero ninguno sabíamos porque enfermábamos.

Al regresar de nuestras vidas, después de esos intervalos de tiempo, ni siquiera nos mirábamos, ocupábamos de nuevo nuestras mesas, negociando con nuestros cafés y nuestra prensa la forma de sentirnos ajenos y a la vez próximos, entre tanta multitud de mesas ocupadas y bullicios que aturdían nuestros sentidos.

Queríamos saber, pero nunca preguntamos…

Una vez estuvimos a punto de chocarnos, fue una lástima no consumarlo, pues nos perdimos el sentir el calor de ese contacto, seguimos hacia nuestras mesas, sin mirarnos y de nuevo nos perdimos en cafés, croissant’s y prensas, pero tuvimos la recompensa de imaginarlo.

Cuando estaba a punto de finalizar el año once de conocernos, decidieron pintar el bar y colgaron un horrendo cartel de ”cerrado por reforma”. Creímos enloquecer, pero solo quedó en eso, en un creer, ya que enseguida encontramos ambos y por pura casualidad nuestras mesas en otro bar sustituto, que si no era lo que nos gustaba, ni tan siquiera lo que imaginábamos, nos permitía una proximidad en nuestra propia lejanía de nuestras mesas.

Aguantamos la remodelación de nuestro bar, como buenamente pudimos y a los comienzos del año 12 de conocernos, una mañana fría y huraña del mes de enero, entre nieblas y vientos, amanecimos como por arte de magia, a una hora diferente en el mismo bar, pero no en nuestras mesas, sino en la fría y metálica barra.

Estábamos el uno al lado del otro, la proximidad era absolutamente cercana, pero no teníamos nada que decirnos porque ya nos lo habíamos dicho todo durante los anteriores once años

Blondie


Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.