En La Puerta de La Sacramental
Bajo la sombra de una encina de la puerta de entrada de La Sacramental comenzó la anciana a contarle al infeliz lo que él le había hecho.
La mujer estaba encorvada, los surcos de los sufrimientos vividos habían convertido su rostro en una orografía llena de recovecos acartonados y altibajos producidos por la vida, el dolor y el sufrimiento.
El infeliz no tenia manos, ni piernas, ni oidos, ni dientes, ni lengua, ni ojos.
Los cielos comenzaron a abrirse y una inmensa bola de fuego salio de las entrañas de lo desconocido arrasando todo lo que había a su alrededor excepto la encina, la anciana y el infeliz que allí se quedaron petrificados en postura inconclusa, como símbolo de lo que significa rozar en vida los infiernos.
Blondie