OJOS DE LUZ
La cándida luz que iluminaba su mirada se fue apagando como
una vela con el paso de los años aunque en el centro de sus pupilas había una
imperceptible llama muy luminosa que no se apagaba, esa luz era la linterna de
su alma, de sus sueños no realizados y sus esperanzas.
La vida le había mostrado el egoísmo, los intereses ajenos,
ese dar de los demás a cambio de algo y no entendía al principio porque tenía
que dar y dar sin recibir y cada vez que pagaba una de esas facturas la luz de
sus ojos se apagaba un poquito y así poco a poco llegó a tener tan solo esa
linterna de su alma.
Ya poco esperaba, por no decir nada, sabía que el día que
desapareciera sería eso, tan solo ausencia, una ausencia olvidada en un rato,
pero se iría con su linterna, eso si, con esa luz tan suya, tan especial, tan
mimada por sus propios ojos y con toda esa vida interior suya a la que jamás
nadie se había molestado en sacar un billete para viajar a esos lugares verdes
y llenos de luz, hermosos y llenos de flores.
Lo que nadie sabía es que el jardín de su alma estaba
esplendorosamente verde, tenía un riego automático y permanente funcionando con
un potente motor, su corazón.
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