BERLIN
Berlin, julio 2010
¿Qué puedo escribir de Berlín?. Nada, evidentemente nada, porque ya todo está escrito, todo está dicho. Berlín es una ciudad con una carga histórica impresionante así que tan solo puedo intentar plasmar aquí lo que a mi me ha trasmitido, esa esencia que ha quedado impregnada en mi, paseando por sus anchas avenidas, respirando aires especiales por Alexanderplatz, imaginando ese día en el que fue punto de encuentro de más de quinientos mil ciudadanos de la RDA, el día de la caída del muro, pasear pues por Alexanderplatz viajando con la mente al pasado próximo o mirar en La Isla de los Museos extasiada la impresionante belleza de Nefertiti una y otra vez sin encontrar el momento de marcharme, de abandonarla y dejar de mirarla, dejarla allí... o la cabeza verde con una calva que supera la perfección con creces, abrir inmensamente los ojos al atravesar las puertas del museo de Pérgamo y encontrarme con El Altar de Zeus, quedándome patidifusa al verlo o alucinar con La Puerta de Istar.
También he podido sentir lo terrible que debió de ser eso de que de la noche a la mañana, anunciándolo en la emisora nacional de radio a las doce de la noche, esa emisora que no escuchaba ni dios, dijeran de manera contundente que levantarian un muro, tapiarian ventanas y convirtieran ese muro en un terrible telón de acero y de muerte. He podido mirar El Checkpoint Charlie, ese paso fronterizo del muro de Berlín por el que podían acceder de la parte soviética a la estadounidense los extranjeros y por la que no podía acceder ningún miembro de la RDA, salvo contadas excepciones como esa mujer a la que la tapizaron en un coche y logró pasar sin ser vista, pues sí, mirar ese paso pensando que eso que veía ahora, como una especie de pantomima graciosa para el turismo, con una pareja de militares dispuestos a fotografiarse contigo por unas monedas, que hasta hace nada existió de verdad, fue real y la gente buscaba mil y una maneras de atravesar ese muro para encontrase con sus familias o simplemente no sentirse presos, que muchos perdieron su vida en el intento, es muy fuerte, demasiado fuerte, eso del muro, un muro rodeado de minas…Demasiado fuerte el muro, demasiado fuerte la franja de la muerte…
Berlín es pues eso, la historia de una locura y el oxigeno de una libertad actual lograda con la caída del muro, es pobre pero sexy, frase famosa de Klauss el alcalde, que tuvo la valentía de anunciar públicamente su homosexualidad y que los berlineses la han hecho suya.
Pasear por el Barrio de San Nicolás y ver esa iglesia bellísima que jamás tuvo culto, con el oso símbolo de Berlín, ver los semáforos de la parte este con sombrerito, o ver la cúpula dorada de la nueva sinagoga judía o el jardín del placer o tumbarte en el césped admirando La Catedral protestante o ver la mismísima topografía del terror enfrente del Ministerio del Aire, que no fue abatido
Berlín es El Este y El Oeste, sin divisiones, sin muros, una ciudad con vida que late continuamente, una ciudad con una gran oferta cultural, cuna de artistas y que te hace meditar sobre el poco tiempo que ha pasado desde que cayera el muro, hace nada, pero nada, nada…hablamos del año 89 y eso es para pensarlo, que en pleno siglo XX viviesen aislados por un muro lleno de policías con orden de disparar y matar si intentaban atravesarlo… Y yo montaba en los tranvías y miraba a esos conductores mayores que han vivido ambas cosas, el levantamiento del muro y su caída y ahí están, ahí siguen…¡¡¡ Impresionante !!!
Berlín es una ciudad grandiosa, por sus distancias, por sus monumentos, por su historia, por los espacios abiertos, por sus gentes, por lo que se ha hecho, por lo vivido, por lo que queda por hacer, por sus grandes avenidas, por sus largos recorridos para ir en bici, por sus jardines. Berlín es una ciudad llena de colorido y de música, de acordeones por las calles, de violines… Y yo, sin la más mínima duda me quedo con El Este, es la parte que más me gusta, amplia, espaciosa, con construcciones pobres y socialistas, un Este muy bello, con su ayuntamiento rojo, la Catedral., La isla de los museos, La Puerta de Brandenburgo…y hasta ese hotel tan hermoso frente a La puerta donde Michael Jackson asomó a su hijo de muy malas maneras. Berlín es una ciudad bellísima, libre, segura, tranquila dentro de la vorágine, bulliciosa dentro de la tranquilidad…
Y más, y muchas más cosas que me dejo en el tintero… no acabaría nunca de citar todo lo que he visto y revisto, Sobre Berlín puedes leer y leer y leer pero lo que no debes de hacer jamás es dejar de conocerlo en persona, pasear por sus calles cargadas de historia, recorrerte el casi kilómetro y medio del East Side Gallery, el trozo de muro que ha sobrevivdo en pie, sobre el que los artistas de todo el mundo han plasmado allí sus obras y gentes anónimas han manifestado su repulsa y hasta puedes pararte hacia la mitad del muro y tomarte algo en una playa que han hecho tras el muro con hamacas y bares Chill out, que es una verdadera delicia.
Berlín hay que vivirlo, despacito, muy despacito, con tiempo, todo el tiempo que te puedas tomar, es poco…
Blondie