9 de mayo de 2015

OJOS DE LUZ

La cándida luz que iluminaba su mirada se fue apagando como una vela con el paso de los años aunque en el centro de sus pupilas había una imperceptible llama muy luminosa que no se apagaba, esa luz era la linterna de su alma, de sus sueños no realizados y sus esperanzas.

La vida le había mostrado el egoísmo, los intereses ajenos, ese dar de los demás a cambio de algo y no entendía al principio porque tenía que dar y dar sin recibir y cada vez que pagaba una de esas facturas la luz de sus ojos se apagaba un poquito y así poco a poco llegó a tener tan solo esa linterna de su alma.

Ya poco esperaba, por no decir nada, sabía que el día que desapareciera sería eso, tan solo ausencia, una ausencia olvidada en un rato, pero se iría con su linterna, eso si, con esa luz tan suya, tan especial, tan mimada por sus propios ojos y con toda esa vida interior suya a la que jamás nadie se había molestado en sacar un billete para viajar a esos lugares verdes y llenos de luz, hermosos y llenos de flores.

Lo que nadie sabía es que el jardín de su alma estaba esplendorosamente verde, tenía un riego automático y permanente funcionando con un potente motor, su corazón.


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