Los Infiernos
Vagaba por las calles canturreando muy bajo aquella canción
que un día les hizo mirarse, su aspecto era sombrío a pesar de la luz que le
dijeron que poseía, había apagado el interruptor de sus creencias, ya no
esperaba nada de esa vida en la que había creído con esa fuerza tan inusitada
que arrasaba con todo a su paso, ya no quería luz, ni destellos, ni reflejos. Por
eso una tarde…
Una tarde abrió con saña la puerta de su propia alma y apagó
con fuerza ese interruptor, después lo precintó para asegurarse que jamás volvería
a encenderse.
Había descendido a los infiernos y ya no quería subir.
Allí se estaba bien, hacía calor, nadie se preocupaba por
nadie y nadie pues hería a nadie, después de todo en el infierno no se estaba
tan mal, la maldad estaba arriba, en ese lugar que no era el paraíso pero que
también estaba lleno de tentaciones, de esas tentaciones que te empujaban a
querer a gentes que no dudaban en herir al precio que fuese y sin plantearse
aquello de bajar a los infiernos, al averno de un dios rojo que después de todo
tampoco era tan malo, ni tan miserable…
Blondie
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