3 de diciembre de 2013

Cuestión de Principios



Una mujer sube la cuesta cargada con su mochila, cada paso le cuesta más que el anterior, pero continúa. La mochila pesa demasiado, intenta quitársela pero no puede, es un enorme lastre para hacerlo ella sola.


Y sola se encuentra en ese camino hacia ninguna parte, pero no le importa, ha olvidado el camino de vuelta o si no lo ha olvidado no quiere ya recordarlo y continua subiendo el camino cada vez mas polvoriento, mas angosto, más empinado. A su izquierda hay un vertiginoso acantilado que muere en un mar muy bravo, a su derecha una interminable montaña de la que no puede ver la cima, en medio el sendero que ella camina.


Sus demonios dormidos comienzan a despertar en su interior, ya nada le importa, siente que el maligno se apodera de ella, se siente herida de muerte y ya nada puede hacer para luchar contra los endemoniados diablos, hace ya demasiado tiempo que se le olvidó rezar y se entrega a ellos sumisa.


Unas lágrimas se deslizan por sus mejillas, son dulces, está expulsando lo que le quedaba dentro de bondad. Ya no cree en el bien, el bien es un ente absurdo y ridículo que le hace sentir dolor y se revuelve endemoniada para expulsarlo más deprisa de su herido cuerpo, de su herida alma, de su herido corazón


Ya no quiere ser buena porque su bondad la ha ido matando lentamente, tan lentamente como cae ahora por el acantilado frenada por su pesada mochila…


Blondie


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