Enciendo un cigarrillo y aspiro una larga bocanada de humo que echo lentamente sobre tu boca. Entre tu boca y la mía hay una distancia de treinta centímetros, no quiero aproximarme más, me gusta echarte el humo a tu boca a esa distancia, despacio y sensualmente. Tú me miras fijamente y no dices nada, de nuevo aspiro otra inmensa bocanada de humo de mi cigarrillo y te la echo despacito a los ojos, mirándote yo a ti fijamente. Quiero que el humo ciegue tus ojos, no quiero que descubras con ellos lo que sienten los míos por ti, prefiero jugar con el cigarrillo, prefiero jugar con el humo…