
Empezó a impacientarse por su tardanza. No le gustaba nada esperar y menos a un hombre. Quería marcharse
Pagó su copa y se alejó de la barra despacio hacia la puerta acompañada de la melódica voz. La gente fumaba y bebía en sus mesas, nadie la miraba, sus ojos buscaban avidamente los ojos de él con la esperanza de encontrarlos atravesando esa puerta buscando los suyos. No estaban.
Había permitido sin apenas darse cuenta que ese hombre penetrara en todos sus rincones, su esencia perfumaba cada fibra de su ser, todo olía a él, su piel, su mente, su alma. El perfume del amor había anegado su cuerpo y su corazón. Los vapores del amor mareaban su sentir, provocaban sudores en su espíritu, alimentaban su alma y emborrachaban su mente llenándola de confusión…
Cuando se cerró la puerta tras de sí y abandono el local supo que jamás volvería a verle…
Blondie