27 de diciembre de 2011

RECUERDOS


Un día de esos que no esperas nada de la vida o al menos nada especial, ocurre, sí, ocurre sin proponértelo, sin apenas buscarlo.

Tú llamaste a mi puerta pero yo no estaba, había salido a hacer cualquier cosa de esas cotidianas que no te queda más remedio que hacer aunque no te apetezca. Por lo visto llamaste varias veces, insistentemente, pero nadie te respondió y te marchaste. Tenías tanta prisa que olvidaste dejar una nota para mí y no me enteré de tu visita.

Yo, ajena a esa visita tuya continué con mi vida día a día, unos días más divertidos que otros pero todos los días al fin y al cabo vividos y eso era lo realmente importante, que podía vivir ignorante de tu visita infructuosa y sin pensar en que vinieras, sin esperarte.

Al cabo de unos días volviste de nuevo pero yo tampoco estaba, había ido a uno de esos ministerios engorrosos con un montón de papelotes para solucionar. Las colas, las esperas interminables y la dificultad para obtener lo que yo pretendía hicieron que invirtiese toda una mañana entera de mi vida en ello y que no estuviese en casa para recibirte. Cuando te fuiste, tu desazón o tal vez tu desconsuelo o tu tristeza por no encontrarme hicieron que olvidases de nuevo dejarme una nota de tu visita y yo continué con mi vida ajena a tu presencia en el umbral de mi puerta pulsando insistentemente el timbre.

Más adelante mi vida cambió por completo y comencé a compartir casa y cama con un hombre que me gustaba mucho y creía amar o al menos así lo sentía y me olvidé de tu existencia. Olvidé las veces que habías dicho que vendrías a visitarme, olvidé tu cara y sus cicatrices, olvidé el peso que llevabas en tu alma y me dediqué en cuerpo y alma a quien amaba, que no eras tu, sino otro que no se parecía en nada a ti.

Y así pasó el tiempo, años tal vez, sin tu presencia en mi vida y tal vez puede que en un recóndito rincón de mi corazón habitases agazapado pero yo no era consciente de ello y era capaz de reír a carcajadas con tu ausencia.

No escuchaba las voces de mi interior o puede que no quisiera escucharlas, tan solo se que los años vividos con esa ausencia tuya fueron ricos y gratificantes, aprendí a madurar por mi misma y a no depender de un potente sentimiento y eso me ayudó a reafirmarme en mi misma.

Aprendí a defenderme en una jungla sin tu ayuda, conseguí los objetivos que me fui marcando y salí indemne de las quemas. Viví momentos muy dulces y otros muy amargos, sopesé en varias ocasiones el valor de la amistad, incluso repudié algunas amistades que me parecieron demasiado falsas, casi, casi tan falsas como falso me pareciste tú el día que te conocí.

Quisiera recordarte mi presencia y decirte que puedes pulsar de nuevo el timbre de mi puerta cuando quieras pero por favor no olvides dejar una nota cuando te marches apesadumbrado al comprobar que no existo.

Blondie

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