29 de abril de 2011

Una Rosa Siempre Es Una Rosa


Entre los cactus del desierto de Kelua creció una rosa llena de espinas. Carufo, un temible traficante de armas, al verla se agachó a cogerla deslumbrado por su hermosura y se pinchó. No le dio importancia al pinchazo aunque rabioso la pisoteó y la estrujó con la gorda suela de goma de su bota y allí quedó la pobre flor, espachurrada, agonizante entre un montón de cactus, vertiendo sus lágrimas sobre la fina arena del desierto.

A los pocos días Carufo enfermó. Cada día su dedo pulgar en el que se había pinchado lo tenía peor, le sangraba gota a gota y por más que se apretaba no podía cortar la hemorragia, no paraba de sangrar, o de llorar, porque las gotas que de su dedo salían parecían lágrimas.

Carufo estaba cada día peor pero seguía desempeñando su trabajo y tuvo que volver al desierto de Kelua, a buscar unas armas que había enterrado en las finas arenas para entregar a un mercenario. A duras penas si pudo llegar hasta allí, estaba agotado de tanto gotear sangre por su dedo.

Cuando al fin llegó a su escondrijo se dejó caer exhausto apoyando su enferma mano sobre la arena, entre los cactus, al lado de la triste y espachurrada rosa. Su sangre empezó a regarla y lentamente comenzó de nuevo a florecer entre los cactus, mientras Kelua agonizaba lentamente hasta morir junto a ella, junto a esa rosa que había recuperado de nuevo toda su hermosura…

Blondie

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