24 de marzo de 2011

Al Alba. Amanecer en La Ciudad


Una de las cosas que más me gusta de la ciudad es el amanecer. Salir a la calle y pasear cuando está casi a punto de salir el sol pero aún es de noche, es una delicia, vas viendo como la ciudad despierta lentamente, descargan tacos de periódicos atados con una cuerda y el quiosquero los coge pausadamente, sin prisa, con cara de sueño. Acaba de abrir. Te encuentras con gentes paseando a sus perros antes de ir a trabajar con los ojos llenos de legañas y las caras con expresión de preocupación. En los autobuses y en el metro reina el silencio, la gente no tiene ganas de charla a esas horas, solo tienen ganas de cama, pero sin compañía, de cama para dormir. Igual pasa en los bares del barrio si entras a tomar un café, reina el silencio roto a cada rato por un escueto buenos días de alguien que entra.

Estoy convencida que la mayoría de los que toman el café a esas horas piensan en su mala suerte por tener que trabajar toda su puta vida por un sueldo de mierda, en lo poco libres que se sienten y en la primitivas que no juegan pero que desean que les toque, otros tal vez simplemente son unos resignados, aceptan la vida que llevan y ya a estas alturas ni se plantean si podían haber tenido otra. Demasiadas letras que pagar para planteárselo, la hipoteca, la letra del coche, los gastos de sus hijos, ellos mismo se ataron voluntariamente en su día a un montón de necesidades y ya no hay vuelta atrás, así que toman su café con un croissant a la plancha con mantequilla y mermelada aunque engorde y dejan que sus tripas aumenten día a día, al igual que aumenta su insatisfacción…

Otros, más jóvenes, caminan por la calle llenos de dinamismo, piensan que el mundo es suyo y que se lo van a comer a grandes bocados, están convencidos que son o serán en breve unos triunfadores y lo reflejan en su semblante que está reposando sobre una corbata, una camisa y una chaqueta impecable. Son los mileuristas, los grandes estafados, los que además de una carrera han hecho un par de masters caros y dominan a la perfección un par de idiomas. Ilusos…

Los millonarios son punto y aparte, esos viven en su mundo de glamour y ni sufren ni padecen

Los banqueros, empresarios, políticos, etc, esos ganan una pasta gansa pero…¡no tienen tiempo para gastársela!, pobres hombres, penita me dan…Ese es el precio del poder…

Las amas de casa no están en la calle, esas bajan más tarde a por el pan antes de iniciar ese ingrato trabajo del hogar, sin remunerar y lo peor de todo, sin agradecer.

Los jubilados tienen demasiado tiempo, demasiada poca pasta y demasiadas enfermedades como para vivir la vida, los pobres se pasan el día en el ambulatorio, ya han currado demasiado y la vida les pasa factura…

Los estudiantes van con sus carpetas por la calle escuchando su ipod y ajenos al resto de la humanidad, ¡esos si que saben!, lo tienen todo resuelto, un plato de lentejas en la mesa y van a clase contentos porque seguro que o igual se fuman un par de ellas y la cambian por el césped o el bar de facultad o está allí la tía o el tío de sus sueños en este momento. Buen momento el que viven los universitarios, si yo tuviese que repetir suspendería para alargarlo un par de añitos más porque luego lo que viene es ya el horror, los problemas, las responsabilidades, los sinsabores, etc…

Al final los que mejor viven después de estos últimos son los niños, que lo tienen todo resuelto y piensan por ellos y los de la economía sumergida que se embolsan dinero negro a espuertas, no pagan el iva, no tienen que vestir bien ni aparentar nada y están forrados los muy cabrones a costa de los putos trabajadores que han estudiado cinco o más años en una universidad…

Así que visto lo visto y ante todo lo que antecede creo que tengo que volver a ver urgentemente la película de Marilyn Monroe, como casarse con un millonario, después preguntarle a la Tita como lo hizo ella y…¡¡a vivir que son dos días!

¿A que es una buenísima idea?

Blondie

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