7 de abril de 2010

ANIVERSARIO

Lee maliZia kiss
Canción de fondo Sarabande de Hendel

Esta mañana el cielo de Madrid ha amanecido completamente plomizo, no se vislumbra tan siquiera ni una mínima rendija por la que se pueda llegar a intuir que existe el sol. Hoy es día siete de abril y un día como hoy hace ya tiempo el cielo era igual que el de hoy, exactamente igual que el de hoy, en el instante en que ahora estoy escribiendo esto.

Recuerdo que me tuvieron que levantar de la cama entre dos personas y que las piernas se me doblaban y me volvía a desplomar. Me vistieron, me peinaron, ese día me peinaron, yo tan solo lloraba silenciosamente y me sentía una autómata, un maniquí que se dejaba hacer sin protestar, tan solo de vez en cuando decía muy bajito, quiero estar muy guapa, quiero estar muy guapa…

Y me pusieron un precioso vestido negro, empolvaron mi cara y una mujer pacientemente cardó mi pelo y me puso una melena larga, cardada, con laca y muy bien peinada, yo la miraba y me dejaba hacer, no tenía ni fuerzas para decirle que a mi no me gusta peinarme y que jamás me cardaría el pelo o me pondría laca, simplemente la miraba y me dejaba hacer. Slava, así se llamaba esa chica, me miraba con cariño, me acariciaba con delicadeza la cara y de vez en cuando apretaba con sus manos mis hombros. Yo estaba sentada y guardaba silencio, tan solo lo rompía para decir, quiero estar muy guapa, quiero estar muy guapa, hoy quiero que sea el día que más guapa haya estado en mi vida, quiero estar muy guapa…

Y el resultado fue eso, justo lo que yo quería. Estaba muy bella, realmente hermosa a pesar de mis lágrimas. Él me miraba y guardaba silencio, estaba muy guapo con su traje y su corbata, pero no pude decírselo porque no tenía fuerzas, aunque agradecí en mi interior su esmero en su vestimenta.

Cuando salimos los dos a la calle especialmente guapos, fue cuando vi el cielo, ese mismo cielo que estoy viendo ahora mismo, un cielo triste y espeso que parece que en cualquier momento va a desplomarse sobre ti y el cielo al ver mis lágrimas rompió a llorar conmigo.


Las lágrimas del cielo no eran de esas rabiosas, ni furiosas, no eran lagrimas de gotas gordas, ni estruendosas, eran lágrimas finas y sutiles, de esas que mojan pero que apenas si te enteras que están cayendo. Él conducía en silencio junto a mi. Yo lloraba en silencio. El camino era largo y el coche se deslizaba silencioso. El silencio era el rey en ese momento. Él conducía con suavidad y se lo agradecí con mi pensamiento, no tenía prisa, no quería llegar a mi cita, tan solo lloraba, no cesaba de llorar, tan solo lloraba, tan solo podía llorar y el cielo comenzó a llorar más fuerte para acompañarme.

Al salir del coche abrí mi paraguas, un paraguas con cuatro angelotes dibujados, un paraguas que conservo y cuando lo saco a la calle tengo muchísimo cuidado de no perder u olvidar en cualquier sitio, un paraguas muy especial para mi.

Todos me abrazaban y me decían palabras de consuelo, unas palabras lejanas que sonaban en mi mente ininteligibles, después vino lo peor aunque para aquel entonces yo estaba demasiado lejos de ese lugar, había dejado allí mi belleza conseguida por Slava, mi alegría sembrada en mi niñez y mis fuerzas debilitadas por la lucha y la impotencia. Allí dejé eso para que lo enterrasen con el cuerpo inerte de mi padre. Él y yo ya estábamos muy lejos de allí, nos habíamos escapado de toda esa locura y parafernalia que llaman sepelio, que llaman duelo, que llaman entierro.

Un día como hoy con un cielo como hoy murió mi padre, su cuerpo se fue pero su esencia vive en mi y eso es lo que me ha costado demasiado tiempo comprender, que de nada sirve sentir impotencia porque no esté, que lo realmente importante es saber que vive en mi y que yo lo se, el resto es puro formulismo, pura parafernalia, pura utopía…

Blondie

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