6 de noviembre de 2009

Muerte a La Muerte

El pasadizo central del tanatorio es frío, muy frío, aunque nada de silencioso, el alboroto y las risas reinan allí, pero huele a muerte. La muerte nos rodea. De cada habitación de duelo sale la muerte, filtrándose por cada poro de la pared, ella es así, poderosa...

La muerte me aprisiona, me ahoga y me quita la tranquilidad, la se cerca y no quiero verla. Vete muerte, vete…

Un montón de vivos charlan y ríen rodeados de ella y yo tengo frío y yo tengo miedo y yo empiezo a sentir como la muerte se pega a mí, me siento impregnada de muerte aunque esté rodeada de vivos…

Quiero escapar de allí, llegar a casa y lavar mis ropas, restregar mi cuerpo con un estropajo y arrancar de él hasta el último vestigio de la muerte, ¡que se vaya!, no la quiero en mi vida. Me asusta…

A través de un ventanuco redondo miro el cadáver, su aspecto es sereno, parece dormida. La observo largo rato y me doy cuenta que no está. Solo es un cuerpo inerte sin alma, su alma escapó de allí y su esencia está en la atmósfera. Lo percibo.

Siento deseos de galopar en un caballo, de escapar de esa habitación pero guardo la compostura y permanezco estática, no permito que nadie intuya mis miedos. Creo que a eso le llaman autocontrol. Bien pues yo soy una autocontrolada insatisfecha, porque quiero galopar y gritar y escapar, pero permanezco allí…

La muerte es una hija de puta, de repente se encapricha en ti y se empeña que abandones algo que siempre ha sido tuyo, que cambies tu habitáculo por el aire, que dejes allí estático tu cuerpo en exhibición sabiendo que ya no estas, que nada sentirás si te pellizcan o te hacen cosquillas y la gente va y te mira buscando en tu callada quietud un gesto que les recuerde a ti. Pero ya no eres tu…¿no se darán cuenta?. Está igual que en vida - dicen- o está muy tranquila, es ella... Pero ella no está...Ella ya se ha largado, se ha mezclado con tu oxigeno y está penetrando en tu interior sin que te des cuenta...Forma parte de ese vaho que dejas en el cristal del ventanuco redondo cuando pegas tu nariz para acercarte más y verla allí tumbada, dormida, para ver ese cuerpo sin vida que un dia fue.

De repente caigo en la cuenta que deberíamos rebelarnos todos, aunarnos y hacer fuerza contra ella. Aniquilarla. Muerte a la muerte, pienso…A por ella…

Pero ella no se deja ver, es demasiado astuta y sabe zafarse muy bien. Es camaleónica y sabe buscar mil y una triquiñuelas para ganarte. No hay forma de exterminarla. La tía tiene siete vidas como los gatos y sabe esconderse y atraparte.

Después continua la andadura por los pasillos del cementerio, calles angostas con edificios de estrechas ventanas sin visillos. Cada ventana es un nicho, detrás del nicho una vida extinguida, una sonrisa paralizada, una temperatura congelada. Al fondo en un alto del camposanto hay muchas tumbas, camas sin sábanas, donde duermen los que se fueron, los que Muerte nos arrebató.

Escucho las paletadas de arena. Es muy fuerte, es demasiado fuerte escuchar eso. Por un instante pienso que mi corazón no va a resistirlo, por un instante pienso que caeré fulminada en ese mismo hoyo. No quiero escucharlo y aprieto mis oídos con fuerza, pero el ruido de la pala los traspasa y me penetra. No puedo soportarlo, es muy fuerte. Sí es demasiado fuerte escuchar eso en medio de un silencio que aúlla, que grita. Es la muerte que nos ha mandado callar a todos y nos ha puesto firmes. Ella manda ahora, es la reina de ese instante y nosotros simplemente somos meros espectadores de una tragicomedia títulada adiós para toda la vida…


Blondie

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