1 de noviembre de 2009

Halloween: Truco o Trato?

maliZia kiss, Serrat y Sabina cantan
El Muerto Vivo La verdad es que a mi me parece una horterada total esto de Halloween, todos los años lo digo, pero como por lo visto es lo que mola a las masas cada día más, pues este año he decidido contar un cuento terrorífico para no ser menos y estar a la altura de las horteras circunstancias de esta noche de Halloween, en las que es costumbre reunirse para relatar cuentos de miedo.

Así que ahí va el mío…

Adelante…

RELATO TERRORIFICO

Había quedado con Thomas a las ocho de la tarde para pasar el fin de semana, como de costumbre. Jeniffer salió de casa con el tiempo justo, en el ascensor se dio los últimos retoques de mascara en sus pestañas, dejó el portal de su casa con prisa y cogió el coche para dirigirse al Chester. Llegaba tarde y Thomas se iba a enfadar.

Tomó la comarcal de Somedy para incorporarse luego en la autopista 857. Apenas habría recorrido unos cinco kilómetros de la comarcal, cuando al salir de una curva se encontró con un coche parado en el arcén con el cristal de parabrisas echo añicos. Una chica le hacía gestos para que se parase. Jennifer desconfió, aunque aminoró la marcha y al comprobar que la mujer tenía la cara ensangrentada decidió parar. La chica estaba asustada y la sangre que corría por sus mejillas se le metía por la boca mientras se tocaba la cara y no dejaba de chillar ¿Qué tengo?, ¿Qué me ha pasado?, ¿Qué me han hecho?. Jennifer trató de tranquilizarla y comenzó a limpiarle la cara pacientemente con su pañuelo hasta que comprobó que la sangre le salía de una ceja. No es nada- le dijo-, la sangre es muy aparatosa, al chocar tu cara contra el cristal del coche te has hecho un corte en la ceja, no te asustes. Aunque más que una herida parecen lágrimas de sangre –pensó Jeniffer-, pero no dijo nada.

La chica al fin se tranquilizó y Jennifer la invitó a subir a su coche para llevarla al primer pueblo de la comarcal, a unas 35 millas, para pedir una grúa que retirase su coche. La chica aceptó, parecía que se estaba tranquilizando.

Llévame mejor a mi casa le dijo una vez montada, vivo a unas siete millas de aquí en una casa en el campo, allí está mi familia y podrán ayudarme. Jennifer asintió y obediente tomó el desvío indicado. Esa chica era muy extraña, ejercía sobre el paisaje una rara influencia, parecía que este se agitaba o serenaba según estuviese ella. Era muy inquieta y de repente todo su nerviosismo por la sangre se había tornado en una desconcertante serenidad, que había convertido el atardecer en una espesa quietud que le robaba a ella la calma.

Al final del desvío tomaron otro camino rodeado de arbustos. Al fondo estaba la casa, una casa de campo muy bonita de fachada blanca con tejado de pizarra negra, edificada a lo ancho, era muy larga, las ventanas de madera marrones estaba cubiertas por visillos blancos y tan solo se veía una tenue luz amarillenta a través de ellos desde algunas de ellas, pero todo estaba en silencio. No parecía que hubiese nadie.

Jennifer paró el coche donde la chica le indicó y se bajaron. Ven sígueme - le dijo ella - pero en contra de lo que Jeniffer pensaba, no se dirigió a la puerta principal de la casa sino que la bordeó por el lado derecho y llegaron a la parte posterior donde estaban las caballerizas. El silencio era sepulcral.

Jeniffer extrañada le preguntó por su familia, a lo que ella le contestó sígueme, no hay nadie en casa deben de estar en el bosque con los caballos, te gustará ese lugar es muy hermoso.

Jenny obediente siguió tras sus pasos mientras la casa se iba alejando a sus espaldas.

Llegaron a lo que la chica llamaba el bosque, un lugar en el que los eucaliptos se perdían en tu mirada, parecían infinitos. Se adentraron en él y continuaron andando hasta llegar a un claro. Hemos llegado - le dijo- . Jeniffer miró a su izquierda y la vio, vio esa tumba que le resultaba tan familiar, esa tumba que le producía escalofríos al mirarla por el muerto viviente que habitaba en ella, esa tumba resquebrajada por la que cada día salía al mundo de los vivos. La vio y vio también la sonrisa irónica de la chica.

Jeniffer sin mediar palabra tomó la pala que estaba tirada en el suelo, echó por encima de la tumba el cemento de la cubeta sin temblarle el pulso, aplanándolo después concienzudamente para asegurarse que no quedase ni una sola fisura sin cubrir y que el muerto viviente no pudiese salir y con una pequeña rama de eucaliptos escribió en la tumba: Ni truco, ni trato, ni siquiera en Halloween.

Blondie

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